martes, 25 de noviembre de 2014

El lugar de la mujer: La moral burguesa y las comedias domésticas españolas del siglo XIX en América (Traducción)


Escrito por Susan Isabel Stein
Traducido por Melissa Méndez Orantes


Arnold Hauser, al escribir Los orígenes de la comedia de enredos, escribió que: "Cuando un público desea o está dispuesto a ver, las características de las clases sociales se enfatizarán siempre en el retrato humano y esto es una señal certera de que la sociedad ha cobrado conciencia sobre las clases”.
Las cuatro comedias de enredos españolas del siglo XIX en América que incluye este estudio son:

·         Las Convulsiones (Colombia, 1828) de Luis Vargas Tejeda
·         Frutos de la Educación (Perú, 1829) de Felipe Pardo y Aliaga
·         A ninguna de las Tres (México, 1839?) de Fernando Calderón
·         Ña Catita (Perú, 1856) de Manuel Ascensio Segura

 Estas obras tematizan la conciencia de clases, específicamente en términos de identidad de género y de los correspondientes códigos del buen comportamiento social. De hecho, estas comedias dan relieve a algunas de las más profundas e íntimas conexiones entre la identidad de género y la conciencia de clases, estas conexiones legitiman la distribución y/o balance del poder entre los hombres y las mujeres.
El realismo social en estas obras es una característica del teatro español emergente costumbrista en América, cuyo principal propósito fue proyectar un fuerte sentido de la cultura nacional y de la identidad de clase media. En el teatro hispanoamericano, Agustín del Saz traza el desarrollo del teatro nacional español en América a lo largo del siglo XIX basándose en la imitación y en la transformación de modelos europeos.
Mientras que obras de teatro en España y Francia se mantuvieron con gran popularidad a lo largo de todo el siglo, el teatro español en América fue transformándose constantemente en un "teatro criollo de la burguesía de clase media”, siendo el portavoz aspiracional de la burguesía política, económica, y social.
La obra de Leandro Fernández de Moratín ofrece el más obvio paradigma sobre los temas domésticos y de matrimonio en estas comedias. La visión de Moratín sobre el uso exclusivo de la comedia para la burguesía, marcó un proceso de auto-examen y de corrección moral, que posteriormente inspiraría a cada español en América:

Se deben encontrar en la clase media de la sociedad, los argumentos [y] los
personajes . . . Debe, pues, ceñirse la buena comedia a presentar
aquellos frecuentes extravíos que nacen del abuso de la
autoridad doméstica y de las falsas máximas que la dirigen…
capaces de turbar la armonía, la decencia, el placer social…

Mientras que obras románticas del mismo período histórico, exótico, europeo y del siglo de oro, alejaban literalmente al espectador de su entorno social contemporáneo; en las comedias de enredos como La sala decentemente amueblada, podemos identificar a los hogares de clase media como los núcleos de la decencia, la vena moral del organismo social.
¿Qué es lo que define en esencia a la moral burguesa y a los valores domésticos que estas obras representan?
Principalmente, los reinos masculinos y femeninos deben ser identificados como dos esferas de actividad separadas. Como describe Mark Poster en la Teoría crítica de la familia, para la burguesía europea del siglo XIX, el mundo de los negocios y del comercio estaba constituidos por el reino masculino; mientras que el santuario interior y sagrado de la casa estaba designado principalmente para el dominio femenino, con "las mujeres burguesas... confinadas [allí] como nunca antes lo estuvieron". Esta descripción capta muy bien las aspiraciones y valores de la burguesía española en América descritas en estas cuatro comedias.
Afiches afirman que durante el siglo XIX, la femineidad era apropiada o bien vista tan sólo con el fin de "promover los intereses de la nueva clase dominante"; por lo que, tanto para hombres como mujeres, la feminidad tenía que abrazar y aceptar un conjunto de valores sociales y de comportamientos orientados a fomentar la estabilidad de la clase social. En estas comedias, la apropiación y transformación literaria del ideal femenino, lejos de crear prototipos románticos, apasionados y sensuales, era decisivo respecto a determinar la respetabilidad de la clase media. La comedia doméstica se esfuerza por poner a la mujer en su debido lugar, dentro del hogar, manteniéndola ahí, cumpliendo con su deber de forma placentera, como en las palabras de este personaje: "Las dulces obligaciones/ de su estado y de su sexo" (Calderón).
Con el fin de justificar el confinamiento de las mujeres de clase media como un bien necesario para el progreso social, la virtud femenina radicaba en la mesura, esto constituía su verdadero valor, su activo más preciado y frágil, un activo que ambos sexos debían proteger de las amenazas internas y externas. Las amenazas externas hacia la virtud femenina son fáciles de identificar en estas comedias, es la voluntad propia la que define la amenaza interna que cada mujer joven posee y que le proporciona la clave para nuestra comprensión en la construcción específica de la identidad de género que se consagra en las obras de teatro. Aquí reside la contradicción implícita del concepto que tiene la clase media sobre la feminidad: la idealización y la exaltación de la virtud femenina coexiste con el temor subyacente de las pasiones-intelectuales femeninas, así como en  su sexualidad  insaciable y destructiva; por lo que estas mujeres deben ser salvadas de ellas mismas por sus padres y maridos.
Percibimos que las tensiones de esta contradicción estaban dentro de las comedias de enredos, en donde la adecuada feminidad de la clase media actuaba como un tropo que significa la trampa de la inviolable interioridad, tanto del cuerpo como del hogar. Estas comedias insinúan que cuando los mecanismos de la autoridad paterna sobre las esposas e hijas no funcionan correctamente, las fuerzas incontrolables de la feminidad generan un caos doméstico (interno).
Fuentes históricas confirman que la clase media en Latinoamérica concebía el matrimonio como una institución que consolidaba y actualizaba los ideales más altos de la iglesia y el estado.

“Dado que la familia en América Latina era considerada como el pilar
de la sociedad, no es de extrañar que el cuidado y preservación del
matrimonio y de la familia fuera una de las principales preocupaciones del estado
y de la iglesia. Mientras que el estado proporcionaba una base jurídica para la
familia… la Iglesia velaba por los aspectos morales del matrimonio,
la familia, y de las mujeres. En el caso de estas últimas, su
"predestinación" hacia el matrimonio y la esfera doméstica, eran sancionadas
por la iglesia…” (Kuznesof y Oppenheimer).

En su amplio estudio "Sexo y matrimonio en la sociedad tradicional", Ricardo Rodríguez Molas describe el noviazgo en la clase media del siglo XIX como "una suerte de endogamia económica":

La Elección de la pareja, el cortejo, imponía nuevos estilos en las
relaciones de los sexos. Pero no nos engañemos, se trata de una
elección determinada siempre por la propiedad, ejercida en un ámbito
en donde los padres. . . controlaban a los jóvenes. Era una
ilusión de libertad.

Rodríguez Molas concluye que a pesar de la atenuación de la autoridad paterna en el hogar durante el siglo XIX, dentro de la clase media: "Siguiendo en líneas generales el modelo europeo, la mujer quedaba reducida... a una condición de inferioridad que no difiere de la anterior". En general, las mujeres de clase media que deseaban una educación o la libertad de poder elegir a sus propios maridos, o las que expresaban deseos contrarios a los de su padres, les quedaban cortos aquellos ideales y no estaban a la altura de los estándares establecidos para las hijas y las esposas.
En 1978, José Juan Arrom concluyó su trabajo titulado Cambiantes imágenes de la mujer en el teatro de la América virreinal, con una descripción optimista de la cada vez más emancipada mujer española en América plasmada en las representaciones dramáticas del siglo XIX:

Con el transcurso de los años se observa una creciente aceptación
de algunos de los derechos femeninos: el derecho a la educación,
el derecho a elegir libremente a su compañero, el derecho a no ser
siempre la culpada de las desventuras matrimoniales.

El comentario de Arrom está en consonancia con la documentación histórica que confirma que cualquier tipo de progreso social que las mujeres hayan podido disfrutar durante el siglo XIX, fue por lo general mediante una larga y restringida esfera doméstica y matrimonial. Sin embargo, el autor sugiere una apertura de opciones y perspectivas sobre las mujeres en contraste con los motivos de clausura y culpabilidad femenina descubiertos en estas comedias domésticas.
De hecho, estas comedias refuerzan lo que Fredric Jameson define como una fantasía protonarrativa o fantasía de clase (un concepto al que volveremos más adelante) que representa los peligros de la educación liberal femenina, la absoluta necesidad de orientación paterna en la elección de un marido, y las crisis domésticas inducidas principalmente por artimañas femeninas. Estrategias de contención de lo femenino definen en esencia las tendencias domésticas de la clase media.
Primero y ante todo, la sexualidad femenina debe ser reprimida a fondo; la pasión no es un atributo deseable en una joven aspirante al matrimonio. La pasión femenina es sinónimo de Convulsiones, el título del soneto de Luis Vargas Tejada.  Las convulsiones de Crispina  se producen cada vez que ella no consigue lo que quiere a su manera; funcionan como una metáfora sexual que la caracterizan como una chica que da rienda suelta a todos sus impulsos físicos. Ella va hacia adelante y coquetea descaradamente, como le informa a su pretendiente: "Su usted sabe de pasiones / mi amor calcule por mis convulsiones”.
Su padre don Gualberto se queja de su hija, puesto que está perdiendo dinero y paciencia a causa de sus convulsiones. Sin embargo, él sigue complaciendo todos sus caprichos hasta que finalmente se da cuenta de que el pretendiente, disfrazado de médico, está teniendo citas con Crispina bajo su propio techo. Don Gualberto les da una paliza a ambos al final de la obra, y le dice a Crispina que el problema ha sido su pereza: "Usted, doña Crispina, en adelante / no me ha de estar ociosa ni un instante". La aguja y el dedal curarán sus convulsiones. Finalmente descubrimos que don Gualberto ha sido negligente en el desempeño de sus deberes paternales, ya que estos incluyen golpear a su hija para hacerla entrar en razón: si dedal y aguja tampoco bastan / para librar mi casa de este azote, / le darán convulsiones al garrote". Finalmente Crispina pide perdón, y en el discurso de clausura de la obra, Don Gualberto censura la superficialidad de las mujeres: "¡Pobres mujeres! de exterior se pagan / y las sólidas prendas nunca indagan".
En la obra de Felipe Pardo y Aliaga: Frutos de la Educación, se hace una crítica conservadora de las costumbres peruanas y de etiqueta. También de manera similar, se habla de la falta de restricción corporal de una mujer joven, hecho que convence a su pretendiente de que ella sería inadecuada como esposa. El pretendiente inglés quien es muy estimable, don Eduardo, debe renegar de su compromiso con Pepita cuando descubre que ella ha bailado la zamacueca, un baile africano local. Después de ver a Pepita realizar la danza, don Eduardo declara que ella no posee los atributos que él busca en una mujer, que el tío de Pepita Manuel ha resumido como "Las sagradas / Obligaciones de Esposa / De Madre y de ama de casa". La madre de la niña se ofende por las críticas de su hermano hacia la cultura peruana. El hecho de que él haya regresado de Europa con una serie de valores diferentes, no le dan derecho a condenar las costumbres locales que dan entretenimiento a todos y que no lastiman a nadie. El hermano de "Juana" condena:

[Agradan] muchas cosas,
que, sin embargo, son malas;
y hay muchas habilidades,
que a un marido no hacen gracia…
porque con decencia no hay
“zamacueca” bien bailada.

Las obras Las Convulsiones y los Frutos de la Educación, confirmar la noción de que los hombres respetables de clase media estaban ofendidos por las exhibiciones o muestras de  sensualidad y por la falta de modestia femenina y la inhibición: la pasión no tiene cabida entre los deberes domésticos sagrados de una mujer. En Frutos de la Educación, la sensualidad expresada a través de la danza puede ser admisible para las clases bajas y las razas mezcladas, pero para Don Eduardo es una clara muestra de que son:

Cosas, que aunque no me atrevo
A llamar irregulares,
Un carácter muy diverso
Indican, por mi desgracia,
Del que en mi esposa deseo.

Don Eduardo expresa la "ideología del desapasionamiento" que caracteriza al ideal femenino. La amenaza a la "virtud de la clase media y a la seguridad doméstica" es removida tan sólo cuando "la modestia y el recato toman un lugar central entre las virtudes femeninas consagradas" Por lo tanto, Pepita pierde a su quisquilloso pretendiente inglés y a sus diez mil pesos; mientras que Crispina se ha permitido a sí misma ser engañada por un seductor bueno para nada cuyas intenciones son menos que honorables, ya que además detesta el trabajo: su opinión de la clase media trabajadora se resume en lo siguiente cuando pregunta:

¿Podrá acaso sufrir el más paciente
una vida tan triste y tan mezquina
como es la de un empleado de oficina?

Los protagonistas masculinos de estas comedias encarnan el ideal masculino expresado a través de los atributos burgueses de riqueza, laboriosidad,  puritanismo (mojigatería) y piedad; mientras que los villanos son todos lujuriosos, indolentes y derrochadores. Por lo tanto encontramos implícito en esta economía libidinal de la clase media, el sentido de la pasión como acto libertino en el hombre, debido a que es impropio en una mujer.
La política de la educación femenina está en juego en la obra de Fernando Calderón A ninguna de las tres. Según Frank Dauster y Francisco Monterde, esta comedia satiriza la deficiente educación que recibían las mujeres; sin embargo en su análisis final, al menos en lo que se refiere a una de las hijas, el lector debe cuestionar a ambos críticos y a la definición de la obra en cuanto a educación deficiente. Las tres hijas son ridiculizadas por llevar sus intereses literarios a extremos absurdos, y la comedia sugiere claramente que toda la educación femenina que no pertenezca a las labores del hogar debe ser cuidadosamente supervisada y restringida.
Cada una de las tres hijas tiene una inclinación literaria diferente: María no lee otra cosa que no sean revistas de moda, Leonor es adicta a las novelas románticas, mientras que Clara estudia ciencias políticas, periodismo, y los clásicos en latín. Leonor es la opción más obvia como esposa para Don Juan, el hijo de un buen amigo del padre de las niñas, pero su sensibilidad romántica es tan extravagante que prefiere sus libros a la vida real, profesando que el personaje de Werther de Goethe es su hombre ideal.
Clara es la única hija que en realidad tiene algo sensato que decir, sin embargo, Francisco Monterde, en su introducción a la obra de teatro, interpreta sus intereses intelectuales y feministas como una erudición femenina falsa. Quizás Clara cita a Ovidio en latín con demasiada frecuencia, pero también revela un interés activo y genuino en los temas políticos actuales. Incluso podríamos concluir que su ferviente patriotismo la calificaría para que ella fuera la protagonista, ya que la obra exalta muy claramente el nacionalismo mexicano y se burla de la manía de imitar a Europa. Sin embargo no lo hace; Don Carlos, el amigo del pretendiente, anima a Clara para expresar sus opiniones con el fin de que se burlen de ella a sus espaldas.
Clara cree que las mujeres poseen las mismas capacidades intelectuales y morales que los hombres:

Yo no sé por qué injusticia
se ha quitado a nuestro sexo
un derecho tan sagrado
como legislar. Yo creo
que lo hiciéramos mejor
que muchos hombres; y luego
no encuentro razón alguna
para no tener empleos
en otros ramos.

Naturalmente, tal creencia fue rechazada durante el siglo XIX por todos, excepto por las feministas más radicales. Don Antonio, un amigo del padre de las niñas, desaprueba fuertemente la forma en que don Timoteo ha permitido que sus hijas  sigan sus propias inclinaciones. Las mujeres jóvenes deben estudiar música, pintura y danza, siempre a condición de que eviten excesos. Cuando Don Juan decide que él no puede elegir una esposa de entre las tres hijas, Don Antonio explica:

Un hombre de juicio recto,
elegirá por esposa
una mujer que cumpliendo
su deber, cuide su casa,
. . . que si dedica
a la lectura algún tiempo,
no quiera pasar por sabia . . .
La compostura, el aseo,
usar sin afectación,
y vivir siempre cumpliendo
las dulces obligaciones
de su estado y de su sexo .. .
he aquí .. . las virtudes de una esposa.

Los logros intelectuales junto con la espontaneidad física, se desvanecen ante el deber ser femenino y lo que supone una conducta aceptable. Tanto Monterde como Dauster fallan al no reconocen ninguna distinción entre la sensibilidad romántica caricaturesca expresada en las lágrimas y los suspiros de Leonor y el contenido legítimo de los discursos de Clara que hacen valer su defensa por la igualdad de los derechos de género. Evidentemente, la intención de Calderón es satirizar las opiniones y las aspiraciones de Clara para hacerla parecer tan absurda como Leonor, si no es que más. ¿Pero el lector del siglo XXI sigue percibiendo a Clara como una figura tan indiscutiblemente ridícula?
Don Antonio representa la voz de la razón en esta comedia, que denuncia la pedantería de Clara como "educación falsa", y Dauster y Monterde no desafían este juicio. Yo diría que, muy a su pesar, Calderón ha dotado a Clara con cualidades admirables; ha creado el retrato de una ferviente nacionalista que insiste en que todos los buenos ciudadanos deben leer el periódico día con día y deben estar al tanto de lo que está haciendo el gobierno. El mensaje inequívoco de la comedia es, que sin embargo, Clara no califica para ser una buena esposa.
La comedia de Manuel Ascensio Segura, Ña Catita, representa un matrimonio a punto de desintegrarse debido a que los padres se pelean constantemente sobre la elección de un marido para su hija. La elección de Doña Rufina es Don Alejo, un hombre de mediana edad, que está a la moda y que tiene la manía de hablar cuatro idiomas al mismo tiempo; por lo que le pide consejo a una anciana beata: Ña Catita, ya que quiere dejar a su esposo y obligar a su hija Juliana a que se case con Don Alejo. Sin embargo Juliana decide desobedecer a su madre y fugarse con Manuel, el hombre al que ama y quien es la opción de su padre.
Don Jesús describe a su esposa y a su parentela bajo términos demoníacos:

¡Qué mujer! ¡Si es una víbora!
. . . ¡Qué carácter tan satánico!
Así son todas, idénticas,
. . . Esto es un infierno diario.

Doña Rufina replica infiriendo que su marido pasa por alto el hecho de que Manuel simplemente quiere seducir a su hija: "El diablo mete la cola / Cuando Uno Menos lo espera".
Esta metáfora final y diabólica claramente hace alusión a una violación interna, tanto de su hija como del hogar. En el mismo sentido Ña Catita representa una fuerza externa que intenta penetrar la santidad de la esfera familiar, fomentando el distanciamiento entre marido y mujer y facilitando el que Julia sea seducida por Don Alejo, quien no tiene ninguna intención de casarse porque ya lo está, cuando un amigo de la familia expone esto a Don Alejo, Don Jesús condena a Ña Catita por ser:

Una vieja endemoniada,
que, con capa de virtud,
nos ha hecho aquí una ensalada
de la casa y la salud.
De ésas... que hay en Lima,
a millares,
que se tragarán los pilares
de la casa de más cima.

Y concluye: "Desde hoy… / he de adoptar otro plan" para proteger su reputación y controlar a su esposa e hija. Doña Rufina se declara debidamente castigada al final de la obra y promete siempre a ceder a la voluntad de su marido en todos los asuntos: "Siempre sumisa a tu lado / haré que todos me vean”.
En El Inconsciente Político, Fredric Jameson sostiene que el discurso de clase se organiza en torno a unidades mínimas o ideologemas. Un ideologema es identificable ya sea como un "sistema conceptual y de creencias, un valor abstracto, o como una protonarrativa: una especie de novedosa fantasía de clases que trata sobre… la oposición de clases”.
La literatura transforma las materias primas o creencias abstractas y los valores de un sistema ideológico en las expectativas y normas de comportamiento culturales legitimados y transmisibles. Legitimación implica necesariamente la presencia, aunque sea suprimida, de un discurso antagónico; el texto literario se convierte en el sitio de "una confrontación esencialmente polémica y estratégicamente ideológica entre las clases antagónicas y sus demandas y posiciones (en la escala social) irreconciliables". Naturalmente, el discurso antagónico es consignado como una ilustración de valores negativos y peligrosos.
Por definición, los monumentos culturales y las obras maestras que han sobrevivido, tienden  necesariamente a perpetuar una sola voz en esta clase de diálogo: la voz de una clase hegemónica. Propiamente no pueden ser asignados a su lugar relacional dentro de un sistema dialógico sin la restauración de una voz a la que inicialmente se hayan opuesto, una voz que en su mayor parte ha sido sofocada y reducida al silencio...
Si aceptamos la idea de que en la sociedad patriarcal las mujeres constituyen una clase antagónica, las organizaciones sociales adoptadas por la burguesía española en América del siglo XIX simplemente representarían más variaciones culturales de esas mismas "formas de alienación, específicamente las del modo más antiguo de producción en la historia humana, con su respectiva división del trabajo entre hombres y mujeres" (Jameson). Hemos visto que el ideologema esencial o la fantasía de clases en estas comedias, representa a las mujeres que no tienen restricciones como una amenaza a la estabilidad social y al progreso. Un componente muy importante de este ideologema se basa en la insistencia de que las mujeres son incapaces de tomar decisiones correctas acerca de sus hijas o de su propio bienestar. Esta fantasía de clase, legitima las prácticas sociales basadas en la noción implícita de que las mujeres pueden socavar todo el orden social si no se mantienen bajo el control de los esposos y los padres.
Sin embargo, el discurso antagónico de la clase de oposición no ha sido completamente silenciado o sofocado en estas obras. A pesar de sí mismos, los autores de estas obras tienen, hasta cierto punto, representados a ambos lados de la "confrontación estratégica  ideológica" (Jameson) que tiene lugar dentro de la clase media. Las "estrategias esencialmente polémicas y subversivas" (Jameson) En una oposición al ideologema, se afirma la feminidad en el cuerpo expresivo y en la mente expresiva de la mujer; en el caso de la danza Pepita y en el caso del pensamiento nacionalista de Clara. El peso del pecado, sin embargo, les hace perder la apuesta. Estas mujeres deben estar avergonzadas, mostrando el error de sus caminos, y enseñando a otras a comportarse correctamente. Sus acciones y opiniones deben ser proscritas oficialmente, es decir, censuradas y silenciadas tanto en la escritura como en  el escenario.
Jameson sostiene que un discurso de clase refleja en última instancia, la mayor unidad del sistema social. Las mujeres de clase media en estas comedias son mercancías ya sean buenas o malas, y por lo tanto están implicadas en el sistema económico más amplio de intercambio, donde los pretendientes buscan evitar emprendimientos riesgosos e inversiones insensatas. Las fuerzas incontrolables de la feminidad de las que hablé al principio de este ensayo significan, por encima de todo, la extravagancia y el exceso, la antítesis del ahorro burgués y el decoro.
El lector o espectador puede continuar sosteniendo esta fantasía, si falla al reconocer las limitaciones ideológicas de un sistema empeñado en restringir el intelecto femenino, el  cuerpo femenino y la identidad de género; a través de la censura de las expresiones aceptables de la feminidad. Finalmente, mi análisis de estas comedias domésticas ha tratado de exponer la fantasía de clase que subyace en las imágenes literarias, en donde la única -buena mujer- es aquella que es atenuada o aminorada por las dulces obligaciones domésticas.


Bibliografía:
·         Arróm, José Juan. "Cambiantes imágenes de la mujer en el teatro de la América virreinal." Latin American Theatre Review 12.1 (1978): 5-15.
·         Calderón, Fernando. A ningitna de las tres. Ed. Francisco Monterde. México: Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma, 1944.
·         Cott, Nancy F. "Passionlessness: An Interpretation of Victorian Sexual Ideology, 1790-1850." Signs 4 (1978): 219-36.
·         Dauster, Frank. Historia del teatro hispanoamericano. Siglos XIXy XX. 2nd ed. México: Ediciones de Andrea, 1973.
·         Fernández de Moratín, Leandro. "Discurso preliminar." El sí de las niñas. Buenos Aires: Editorial Sopeña Argentina, 1955. 15-40. 90 LATIN AMERICAN THEATRE REVIEW.
·         Hauser, Arnold. "The Origins of Domestic Drama." The Theory of theModern Stage. Ed. Eric Bentley. New York: Penguin Books, 1968. 403-24.
·         Jameson, Fredric. The Political Unconscious. Narrative as a Socially Symbolic Act. Ithaca: Cornell UP, 1981.
·         Kuznesof, Elizabeth and Robert Oppenheimer. "The Family and Society in Nineteenth-Century Latin America: An Historiographical Introduction." Journal of Family History 10 (1985): 215-34.
·         Lavrin, Asunción, ed. Latin American Women. Historical Perspectives. Westport, Ct: Greenwood Press, 1978.
·         Monterde, Francisco. "Estudio preliminar." Calderón ix-xxvii.
·         Pardo y Aliaga, Felipe. Frutos de la educación. Teatro. Ed. César Miró. Lima: Editorial Universo, 1969. 7-164.
·         Poster, Mark. Critical Theory of the Family. New York: Seabury Press, 1978. 
    Rodríguez Molas, Ricardo. "Sexo y matrimonio en la sociedad tradicional." Todo es historia 186 (1982): 8-43.
·         Segura, Manuel Ascencio. Ña Catita. Ed. Edmundo Cornejo. U. Lima: Ediciones Hora del Hombre, 1970.
·         Vargas Tejada, Luis. Las convulsiones y Doraminta. 3rd ed. Bogotá: Editorial Minerva, 1940.




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