La primera concesión para la producción de cerveza en
nuestro país la obtuvo Alonso de Herrera en 1544, ya que durante la Colonia uno
de los sectores que más se desarrolló fue el de productos alimenticios y bebidas, que incluía también el modesto sector
de la cerveza. Por lo tanto la producción de vidrio fue muy importante, ya que
había una gran demanda de botellas cerveceras que comenzaron también a
importarse de Inglaterra y de otros países a comienzos del siglo XVIII.
En México es innegable el gusto por la cerveza desde
tiempos de los virreyes, por lo que refutable la teoría de que los alemanes
fueron los encargados de introducirla en el siglo XIX, ya que para 1864 ya
existían cerca de 7 fábricas de cerveza y más de 10 cristalerías y locerías
encargadas de la producción de botellas cerveceras.
Una circunstancia digna de recordarse durante esta época,
es la competencia que durante siglos sostuvieron el pulque y la cerveza,
competencia que por obvias razones también involucró a las los objetos de
vidrio que ambas industrias trajeron al mundo. Tan solo un año después de fuera
otorgada la concesión de la cerveza, Carlos V decidió restringir el comercio
del pulque en la Nueva España, otorgando un favor especial a la cerveza al
prohibir a toda persona “que hiciesen vinos de tierra con raíces y los
vendiesen”, pero no sin antes disponer
“que las ordenanzas justas y buenas convenían se guardasen para la granjería de
la cerveza”.
Sin embargo, a pesar de tales prohibiciones, el pulque o
“bebida nacional” prosperó hasta engendrar una “aristocracia pulquera” fincada
en una estirpe mercantil. A causa de sus orígenes prehispánicos, el pulque no
era digno de ser servido en cristalería europea en ciertos círculos sociales
decimonónicos, por lo que el pulque tuvo que crear sus propios envases y
recipientes, dando forma y color a uno de los capítulos más pintorescos de la
vidriería nacional.
En las pulquerías, las jarras y vasos pulqueros que con
frecuencia tenían un aspecto verdoso encontraban refugio y aprecio. La variedad
de recipientes de vidrio para el pulque fue numerosa, entre ellos se
encontraban “las macetas o camiones” que eran vasos de gran tamaño, “las
catrinas” artísticos vasos de formas ondulantes como caderas femeninas, “los
tornillos” vasos cilíndricos medianos de
vidrio torcido a la manera de charamusca como la espiral de un tornillo, “las
cacarizas” jarras de vidrio goteado que recuerdan las cicatrices de la viruela,
“los chivatos” vasos con asa de mayor capacidad que el tornillo parecidos a los
tarros de ahora que utilizamos para la cerveza, “los chivos” semejantes a los
chivatos pero de menor tamaño, “las tripas” artísticos vasos de vidrio,
cilíndricos, con asa, alargados y delgados, modelados a manera de los vasos
llamados de media caña, “las violas” de media caña en su parte superior y
goteados en su parte inferior, de tamaño mediano, y “las reinas” recipientes de
vidrio de mayor tamaño que las violas, casi como las macetas.
A pesar de su atribuido origen divino y de sus hondas
raíces históricas, el pulque fue desplazado de los hogares urbanos por la
cerveza, su enemiga acérrima. Este triunfo se debió en cierto grado, a la mayor
antigüedad del embotellamiento de la cerveza, ya que décadas después es que se
obtiene el procedimiento para preservar la bebida del pulque, su
embotellamiento fue patentado el 1933, cuando los números ya coronaban el
creciente avance de la cerveza a escala comercial.
Fue durante la época porfiriana cuando las cervecerías
desarrollaron un papel preponderante respecto a la industrialización de nuestro
país, ya que brotaban por doquier. La primera gran cervecería fue la de
Monterrey, que comenzó a funcionar en 1890, con capacidad diaria de 10 mil
barriles y 5 mil botellas. Cuatro años más tarde abrió sus puertas la de
Orizaba, con capacidad de 15 mil barriles diarios. También se modernizó la de
Toluca y en años sucesivos surgieron fábricas en Chihuahua y Sonora (1896), en
Guadalajara (1897) y en Sinaloa y Yucatán (1900).
La industria Cervera se extendió por el territorio
porfirista y esta regionalización se debió a que durante el Virreinato y parte
del siglo XIX, no toda la cerveza era embotellada y por lo tanto era preciso
consumirla en un corto lapso después de haber sido fabricada y en la propia
localidad, ya que no había transportación refrigerada para su debida
conservación. Con el advenimiento de la modernidad tecnológica, la nueva red de
ferrocarriles y con la fabricación mecanizada de millones de envases de vidrio,
las cervecerías se propagaron aún más durante el cambio de siglo: en 1910 había
29 cervecerías a lo largo y ancho de la República.
La elaboración masiva de botellas cerveceras en México
fue el detonador de la gran industria vidriera que surgiría durante la primera
década del siglo XX. Esta época simboliza la transición del taller y de la
pequeña factoría a una auténtica revolución industrial en materia del vidrio en
nuestro país. Industria que se solidificará al dar forma a una inmensidad de
envases y recipientes que hoy en día son icónicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario