sábado, 23 de mayo de 2015

Análisis comparativo entre Avicena y Dante Alighieri

En primera instancia podemos destacar entre estos dos autores, la peripecia de haberse encontrado en un mismo tiempo y espacio a pesar de la diferencia de siglos existentes entre ellos, aunque que este hecho haya sido meramente una ficción. Dante Alighieri asegura en su obra “La Divina Comedia”, haberse encontrado con Avicena cuando visitó el primer círculo del infierno (limbo) en el Canto IV:
“[...] Y al moralista Séneca; al geómetra Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno y Avicena, y a Averroes que hizo el «Comentario». No puedo detallar de todos ellos, porque así me encadena el largo tema, que dicho y hecho no se corresponden”.
Para Dante, el primer círculo del infierno infiere al paganismo, aquí radican todos aquellos virtuosos que no fueron bautizados y también quienes no aceptaron en vida a Jesucristo pese a no ser pecadores (ya que fueron anteriores a su existencia). Como resultado de esta condición, los habitantes del limbo, no viven bajo el yugo ni el tormento, pero sí están eternamente condenados, ya que al estar apartados del “verdadero” Dios, no tienen oportunidad de reconciliación alguna con Él.
El Limbo comparte muchas características con los Campos de Asfódelos que relataban los griegos, ya que el limbo apela a un lugar neutral, ni bueno ni malo, donde la gente estará eternamente deseando a Dios pero sin poder tenerlo nunca.
Puntualmente, en este primer círculo del infierno, encontramos a los hombres más sabios de la antigüedad, quienes a pesar de su increíble inteligencia y aportación al mundo en sus diferentes materias, no lograron ser merecedores del cielo. La posición teológica de Dante como católico ortodoxo es clave para la comprensión de esta categorización de infiernos. Sin embargo, a la par, encontramos en este autor una notable coordinación entre la fe y la razón, así como una indiscutible influencia Aristotélica y Tomista que lo convierte en escolástico.
Por otra parte, Avicena fue también un ferviente creyente de Dios, aunque bajo la tradición islámica, como lo podemos constatar en este fragmento: “[...] Quiero decir que Dios, ¡ensalzado sea!, es un bien en sí y además la causa de todo bien. Así, el juicio es sobre lo esencial y lo no esencial”. Lo cual me lleva a reflexionar, que seguramente sí Avicena hubiera leído la Divina Comedia, se habría reído sobre el hecho de encontrarse habitando en el primer círculo del infierno, reacción que quizás Dante no hubiera tomado personal. Ya que Avicena también se basó en la razón para sustentar la existencia de Dios.
Avicena profundizó hondamente en la filosofía aristotélica, convirtiéndose así en el gran continuador de este maestro griego; por lo que algunos lo consideran el mejor delos filósofos islámicos del medio oriente, siendo así una influencia definitiva en el nacimiento de la escolástica.
Esto nos lleva a aseverar un pensamiento metafísico por  parte de  estos  dos autores  como pieza fundamental de su eje dialectico, ya que Dios les significa el principio supremo de donde nace la divina ciencia, viendo así al alma como principio animador de todos los seres vivos.
Hasta este punto podríamos considerar bastante similares las posturas filosóficas de estos dos autores, pero es interesante ver la concepción que tenían en torno a la sociedad que les rodeaba y su culturalización.
Por una parte Avicena clamaba que sus textos estaban reservados exclusivamente a un grupo de iniciados. Para este autor, el común de los hombres sólo puede expresarse mediante una ficción imaginativa, mientras que el sabio logra comprender una visión imaginaria especular que consigue explicar racionalmente.
Para él, únicamente los místicos son capaces de elevarse a la contemplación intelectual de las formas, al mismo tiempo que pueden vivir ciertas realidades imaginarias, como en el caso de los sueños y las visiones proféticas. También considera que la “masa” es un grupo de niños según el entendimiento y no se les debe inquietar en su inocente ignorancia.
Por tanto, hay dos destinos humanos:  el de la contemplación de  los sabios  y el de  los premios y castigos futuros de la masa.
En cambio, Dante Alighieri apostaba por una culturalización de las “masas” enfocándose de manera particular en el idioma, ya que decía que éste era necesario para todos, incluso mujeres y niños: “[...] Queriendo dilucidar un poco el conocimiento de aquellos que como ciegos vagan por las plazas confundiendo una cosa con otra, trataremos, con  la  ayuda  del cielo, de beneficiar un poco el idioma vulgar, no sólo llenando tan grande vaso con el agua de nuestro ingenio, sino también aceptando y recibiendo de aquellos que pueden mezclarle cosas mejores para que de ahí podamos extraer el agua miel más dulce”.
Por lo tanto podemos concluir que la diferencia más notoria entre estos dos autores es su manera de considerar al conocimiento como algo asequible o no, al común denominador de las personas.
En lo que respecta a la filosofía aristotélica y a la escolástica, resulta bastante obvio el que Dante se viera de cierta manera influenciado por Avicena.
Finalmente considero que la razón principal por la que Avicena podría encontrarse en el limbo, seria por esta cuestión sectaria del conocimiento que mantenía tan rigurosamente bajo  llave. Aunque  por otro  lado es  altamente  comprensible   tal proceder  dadas  las condiciones de su época, en donde el replanteamiento de ciertas cuestiones supuestamente ya resueltas por autoridades con más jerarquía, eran gravemente penadas y condenadas, por lo que tal vez a su propia manera, Avicena vivió en sí, ciertos infiernos durante su estancia en la tierra.
De esta situación temporal y espacial que marca una diferencia importante entre estos autores, considero que se destaca  a la que apelaba Dante y a la que apelaba Avicena.















Bibliografía:

Alighieri Dante. “Tratado de la lengua vulgar”. Bac. 1994.
Alighieri Dante. “La Divina Comedia”.
Avicena. “Escritos esotéricos”. Técnos. 2011.
Avicena, “Itbat al-Nubuwat”.
Miguel Cruz Hernández, “Estudio preliminar de los tres escritos esotéricos de Avicena”.


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