miércoles, 20 de mayo de 2015

Crónica de un día de clase con el profesor Alejando Tarrab

¿Para qué escribir? ¿Para quién escribir?
Inevitablemente escribo esto para ti, iba a mandarte un cuento que fue del agrado de Claudia Guillen en un taller que tomé con ella el año pasado, pero mejor no, estaría faltando gravemente a mi moral y pondría en duda mí inquebrantable creatividad.
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Son las 10:05 am en este salón de clases que parece de escuela rural (Alfredo podría corroborarme esta información). Ha llegado el momento sublime en el que debemos recogernos en un estado de paz a nuestra escritura personal como lo hacían en el pasado nuestras queridas y adorables monjas jerónimas; lástima que todavía falte una hora para que termine la clase y no exista rompope alguno. Sinceramente no sé qué escribir esta vez, no pienso continuar con los relatos sobre mi persona y Jesús, mi adorado Yísus; a veces obtener un diez es asunto delicado.
Bostezo y por fin reina el silencio, pero no dura mucho, se rompe cuando alguien pega en la banca con su pluma, lo hace dos veces más. Carlos repite la palabra mierda cuatro veces, creo que ha perdido en su juego del ipad, creo que es el mismo juego de siempre, uno de motos que considero demasiado varonil para su persona (Carlos, no me odies por hablar de tu sexualidad). Pegan de nuevo con la pluma, tengo pereza de voltear a ver quién es; ahora escucho la voz de un maestro que da clases en el salón que está atrás del nuestro (o las paredes son muy delgadas o el salón es de tablaroca, no lo sé) su voz me agrada, habla sobre el aborto pero no entiendo bien que dice sobre esto, intento poner más atención pero comienza un cuchicheo que no me lo permite, son las niñas que se sientan al frente a la derecha del salón.
Me pongo a divagar sobre Pavel y su tarot, intento recordar si cuando escribimos lo de Pavelina ya sabíamos que era bruja o si esto lo descubrí después; por cierto, ¿por qué te da miedo que te lean las cartas? No hay nada que tú no puedas cambiar ¿sabías?, aunque este escrito en piedra, te lo aseguro.
La voz del profesor del salón de atrás se escucha de nuevo, ahora dice la palabra «cuasi», la define pero no comprendo, la mezcla con otra palabra: «administrativo», ahora lo define todo junto: «cuasi administrativo», lástima que esta vez no pretenda esforzarme por comprender, ¿a quién demonios le importa la economía?
Meto mis dedos en los chinos de Diego, tiene buen cabello, «cuasi» me excita. Divago una vez más, Carlos se ríe solo y me dice que va a enseñarme algo, me rio yo también porque sé de antemano que será una porquería; esta vez me llevo una sorpresa, es más desagradable de lo que pensé: En la pantalla aparece una tipa brasileña con un culo gigante bailando en un programa familiar de esos nasty como el de “Se vale”, aparentemente abundan por todo el mundo. Ella canta y dice que mueve su trasero talla G a velocidad 4 ¿Cuál es la velocidad 4?, es su trasero moviéndose como gelatina a toda velocidad, ¿Habrá velocidad 9?, la pobre mujer o más bien rica, tiene que sujetar su pequeño vestido porque está a punto de salir volando como resorte. Repetimos dos veces más el video, pero enfocándonos exclusivamente en la parte de la velocidad cuatro. Hablamos de lo enorme que es su trasero, ¿de dónde saca Carlos estos videos?, nuevamente esto es algo con demasiada testosterona y demasiado grotesco para su delgada persona, creo que Carlos no es un ser normal.
La niña de la banca de al lado a la que le digo Abigail pero que creo que se llama diferente, se toma de la mano con su novia, se apapachan y se dan un kiko, esto me hace pensar en lo loco que es el que dos niñas se demuestren su amor así como si nada en un salón de clases. Cuando estudiaba teatro muchas veces nos manoseábamos entre todos, pero la libertad de ellas tiene un aire diferente; tal vez un aire de anime o manga japonesa. Definitivamente los tiempos y los aires cambian, y es aquí cuando me pongo a pensar en lo vieja que estoy y en que tal vez ya ha llegado el momento en el que deba decir que no tengo veintidós, total que afortunada o desafortunadamente si los aparento.
Ahora el maestro de atrás habla del artículo cuarto, ¿Cuál demonios es el artículo cuarto?, rápidamente el artículo cuarto se mezcla con los cláxons y el motor de los coches de afuera, escucho a mi izquierda la voz de otro hombre con un acento raro, como si hubiera hablado desde la calle, desde afuera, le pregunto a Carlos si escuchó la voz pero me contesta que estoy loca. Cerca de la puerta del salón escucho otro sonido, es como de un sapo, vuelvo a preguntarle a Carlos si escuchó y me dice que sí, que fue un batracio, no sé bien que sea un batracio, pero no importa, me hace sentir alivio el que también lo haya escuchado, ¡no estoy loca, en realidad él está medio sordo!
Varias mujeres del salón se te acercan para preguntarte sobre su cuento, te dicen que no saben bien cómo hacerlo y bla bla bla, Paulina lo hace dos veces y en su última visita, se pone las manos en la cara y dice: «No es cierto», lo repite y ese segundo «No es cierto» suena muy fuerte y todos volteamos, se ríe nerviosa, ¿Qué te preguntó?, quiero saber, ¿Qué diantres te preguntó?, en fin, lo sabré al final de la clase.
Reviso la hora en mi celular, intento conectarme a internet pero no puedo, la maldita red en el salón rural es muy mala. Tú revisas unos papeles y a ratos tu celular, sospecho que tú tienes plan telefónico y por consiguiente internet ilimitado, te envidio.
Mientras hago unos dibujillos en mi carpeta me pongo a recordar la conferencia que hace varios meses dio aquí en el Claustro el escritor Colm Tóibín, en donde se puso a relatar la historia de un escritor muy famoso (tanto que no recuerdo su nombre) que a su vez había relatado en un libro, las relaciones íntimas que había sostenido su esposa con su propio hermano, ¿quién había sido?, ¿qué escritor famoso se atrevió a hacer esto? ¡Maldición no lo recuerdo!, le pregunto a Carlos y tampoco lo recuerda, me dice que te pregunte a ti pero me da pena, ¿Quién era?, tal vez nunca lo sepa, estas cosas no aparecen si las googleas. Tóibín decía que era patético que la gente alrededor de un escritor no aprobara el hecho de que éste escribiera sobre ellas, decía que era algo natural y que a él le fascinaba la vida privada de los escritores; y entonces como vi que era un gran pervertido, alcé la mano y le pregunte sobre Almodóvar a quien seguro ya se echó al plato, pero el maldito me contestó en Catalán y no entendí nada, ¡What a bitch!
No es como que haya sonado una campana, pero ahora te pones a explicar unas cosas sobre la próxima clase y todos sabemos que ya es tiempo de irnos, la hora en mí celular lo confirma, la clase ha concluido, podemos ir en paz.

Finalmente antes de atravesar la puerta recuerdo al aguacate ¿Tú también crees que es posible resbalarse con uno? Te digo un secreto, a pesar de todo, de tantos adjetivos absurdos, de tanta falsedad, yo creo que sí, que es altamente posible, de hecho creo que alguna vez me paso a mí, no sé si con todo el aguacate, pero igual pasó con un pedazo. 

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