miércoles, 20 de mayo de 2015

El amor cortés

El amor cortés proporciona la única
 lógica que puede explicar la mentira
                                                                                                               del héroe al final de la película. 
Eric Rohmer.


Entre todas las llamadas filosofías del amor, hay una que poco se analiza a pesar de ser  bastante antigua, y es la que recibe el título de Amor cortés. Este tipo de amor estético merece la pena ser analizado, puesto que no muestra señales de  evaporación próxima.
   Es recurrente ver reflejado al Amor cortés en todo tipo de arte, principalmente en la literatura y en el cine desde el nacimiento de ambos. Sus antecedentes podríamos ubicarlos con los griegos, con la quizás errónea interpretación filosofía de Platón respecto al Amor ideal, y más tarde con los romanos, con la poesía de Ovidio por ejemplo.  
   El Amor cortés es el agente clave de casi toda la literatura medieval, lo encontramos en obras como Lancelot, del poeta francés Chrétien de Troyes, en Tristán e Isolda de Gottfried Von Strassburg, en leyendas como El rey Arturo, en La divina comedia de Dante Alighieri, en los sonetos del poeta italiano Petrarca, en la poesía del español Jorge Manrique y más tarde lo encontraremos como motor de todas las novelas de caballería, de las cuales Miguel de Cervantes se inspiraría para escribir Don Quijote de la Mancha, en donde realiza una inteligente parodia del Amor cortés con el personaje de Dulcinea. También hallaremos al Amor cortés en muchas de las obras del siglo de oro, como en La Celestina de Fernando de Rojas.
  Ya en los siglos XVII y XVIII, el Amor cortés es retratado en la literatura de una forma mucho más cruda e inteligente a través de sus personajes, como podemos verlo en la mayoría de las obras de Sacher-Masoch y del Marqués de Sade, de igual forma en Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos, en Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, y en El idiota de Dostoievski; en donde ya comienza a vislumnbrarse un análisis más profundo y filosófico sobre el tema. Ya en nuestro siglo encontramos innumerables obras filosóficas y literarias que abordan el tema del Amor cortés, como en La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera y en Trópico de cáncer de Henry Miller, entre muchas otras obras; aunque también se sigue retratando de forma estrictamente idéntica a como la encontramos en el medievo, en obras como El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, entre muchas otras.
   En el cine, el Amor cortés se encuentra latente en películas como Ese oscuro objeto del deseo de Luis Buñuel, en Madame Butterfly de David Cronenberg, e incluso podemos encontrarlo de una forma burda en millares de películas “hollywodenses”.
   Pero a todo esto, ¿qué es el Amor cortés?, mi definición concisa diría que es el amor prodigioso que le tiene un hombre a una mujer, en donde lo importante no es la consumación del acto sexual, sino el esfuerzo, la intriga y el juego que se requiere para  llegar a él. Otra definición complementa esta idea: “En el denominado amor cortés, el amante es el que se comporta con la amada en forma muy semejante a cómo debe hacerlo el vasallo con su señor”.  Y una definición más completa nos dice:
“En el amor cortés el amante no se propondrá un objetivo o una meta, como es cobrar la pieza de caza y satisfacer en ella un afán de victoria, sino que se mantendrá en un estado de amor que no aspira a ninguna recompensa o galardón. Es un imperfectivo amar por amar que se mantiene permanentemente, a través de múltiples matizaciones como servidor humilde y fiel en homenaje sin esperanza a la mujer amada. Lo característico del amor cortés, en contraste con el amor ovidiano, es la sumisión del amante ante la soberanía de la dama, la señora, de la que nada espera y a la que dedicará toda su vida en actitud de delicuescente melancolía. De ella va a provenir el tono doliente y gemebundo del trovador, o poeta amante que llora no su desventura ante un fracaso, que sería una solución, sino el paradójico dulce mal de amor con las agravantes de consentimiento y perduración…”.
Como se puede leer, el amor cortés también es visto como un reflejo de los estratos sociales del medievo, así como de los principios imperantes de la época, en donde un cierto código de comportamiento definía a la nobleza europea occidental y por consecuente a las relaciones en pareja, que generalmente debían ocurrir entre miembros de la corte, de ahí también su nombre.
Sin embargo, su origen viene de una civilización de la que no se tiene mucha información,  el Amor cortés para varios historiadores, nace con los Cátaros O Abilgenses, que residieron en Occitania, territorio que llegó a ser el más poblado de Francia antes de ser aniquilado por la santa inquisición. Los cataros tenían una forma curiosa de ver al mundo respecto a todos los demás, sobre todo en lo concerniente a la religión, ya que para ellos existían dos principios creadores, no solamente uno, rechazaban al antiguo testamento y a los sacramentos, consideraban que el placer sexual no era pecado, y también veían al matrimonio como un símil de la prostitución. Para los cataros la mujer era un ser valioso equiparable con el hombre y por lo mismo tenía derecho a ser sacerdotisa, grado máximo entre ellos, por lo que el matrimonio no era una obligación, además de que consideraban la procreación como algo innecesario, ya que pensaban que el alma al encarnar solo sufría, por lo que era preferible el concubinato, ya que conllevaba a un estado temporal capaz de modificación.
   El hombre occitano comprendió que la mujer ocupaba un puesto destacado y prestigioso en la sociedad, ella tenía la preferencia en el campo de lo moral e intelectual; daba ejemplo, sentaba la regla de los buenos modales y del buen tono, ya no podía seguir siendo conquistada por la fuerza, habría que obtenerla mediante méritos, valorizándose él mismo, debería agradar, profesarle las vías del corazón, sus favores los podría obtener o ganar con sumisión, fidelidad y el fervor de su servicio de hombre esforzado. De aquí nace lo que se llamará Amor cortés: una mística nueva, una exaltación del alma, la que por amor a la dama sólo suena con las perfecciones de la virtud caballeresca y la pureza del corazón, por las cuales el amante merecerá su recompensa. Y así la mujer lograba alcanzar la categoría de juez. 
Esta nueva condición de la mujer, por supuesto no fue bien vista por el resto de la Europa occidental, que se encontraba bajo el yugo de la iglesia católica, por lo que una vez erradicados los cataros no hubo una progresión de este pensamiento de igualdad, y la mujer regresó a ser vista como un objeto sexual, pero ahora quizá con la variante de que, entre más inalcanzable se mostrase, más subiría su valor y por lo tanto más valdría la pena el esfuerzo de su caza.
   Finalmente, la psicología y la filosofía han elaborado pocos, pero vitales análisis sobre el Amor cortés y su impacto en la sociedad occidental a través del tiempo, el filósofo Žižek por ejemplo dice respecto al tema: “Lacan habla de la mujer como ésta aparece reflejada en el discurso masculino, sobre su reflejo distorsionado en un medio que le es extraño, nunca respecto a la mujer como es realmente: para Lacan, como lo había sido para Freud anteriormente, la sexualidad femenina continua siendo un “continente extraño”. 
   Coincidiendo con lo anteriormente expresado, y a mi muy particular punto de vista, considero que el paso que hubiera seguido de ver a la mujer como un equivalente al hombre, habría sido justamente lo opuesto, la mujer tendría que ser considerada (primero por ella misma por supuesto) como un ser complemente distinto al hombre, y que no se basa ni se ajusta a sus mismas reglas políticas, económicas, ni sociales; pero esto supongo, es una cuestión meramente de evolución.




Bibliografía:


  Alda Tesan, Jesús Manuel, Jorge Manrique, Poesía, Cátedra, Madrid, 1992,  p. 15.

· De Santiago Miguel, Jorge Manrique, Poesía Completa, Ediciones 29, Barcelona, 1989,  p. 126.

· García Domínguez Pedro, Amor cortés y gnosis catara, Álbum de las Artes y las letras, Madrid, 1986, p. 5.

· Žižek Slavoj, El acoso de las fantasías, “El amor cortés, o la mujer como cosa”, siglo veintiuno editores, Argentina, 1999, pp. 233-239.



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