El amor cortés proporciona la única
lógica que
puede explicar la mentira
del héroe al final de la película.
Eric Rohmer.
Entre todas las
llamadas filosofías del amor, hay una que poco se analiza a pesar de ser bastante antigua, y es la que recibe el
título de Amor cortés. Este tipo de amor estético merece la pena ser analizado,
puesto que no muestra señales de evaporación
próxima.
Es recurrente ver reflejado al Amor cortés en
todo tipo de arte, principalmente en la literatura y en el cine desde el
nacimiento de ambos. Sus antecedentes podríamos ubicarlos con los griegos, con
la quizás errónea interpretación filosofía de Platón respecto al Amor ideal, y
más tarde con los romanos, con la poesía de Ovidio por ejemplo.
El Amor cortés es el agente clave de casi
toda la literatura medieval, lo encontramos en obras como Lancelot, del poeta francés Chrétien de Troyes, en Tristán e Isolda de Gottfried Von
Strassburg, en leyendas como El rey
Arturo, en La divina comedia de
Dante Alighieri, en los sonetos del poeta italiano Petrarca, en la poesía del
español Jorge Manrique y más tarde lo encontraremos como motor de todas las
novelas de caballería, de las cuales Miguel de Cervantes se inspiraría para
escribir Don Quijote de la Mancha, en
donde realiza una inteligente parodia del Amor cortés con el personaje de
Dulcinea. También hallaremos al Amor cortés en muchas de las obras del siglo de
oro, como en La Celestina de Fernando
de Rojas.
Ya en los
siglos XVII y XVIII, el Amor cortés es retratado en la literatura de una forma
mucho más cruda e inteligente a través de sus personajes, como podemos verlo en
la mayoría de las obras de Sacher-Masoch y del Marqués de Sade, de igual forma en
Las relaciones peligrosas de
Choderlos de Laclos, en Cyrano de
Bergerac de Edmond Rostand, y en El
idiota de Dostoievski; en donde ya comienza a vislumnbrarse un análisis más
profundo y filosófico sobre el tema. Ya en nuestro siglo encontramos
innumerables obras filosóficas y literarias que abordan el tema del Amor cortés,
como en La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera y en Trópico de cáncer de Henry Miller, entre
muchas otras obras; aunque también se sigue retratando de forma estrictamente
idéntica a como la encontramos en el medievo, en obras como El amor en los tiempos del cólera de
Gabriel García Márquez, entre muchas otras.
En el cine, el Amor cortés se encuentra
latente en películas como Ese oscuro
objeto del deseo de Luis Buñuel, en Madame
Butterfly de David Cronenberg, e incluso podemos encontrarlo de una forma
burda en millares de películas “hollywodenses”.
Pero a todo esto, ¿qué es el Amor cortés?, mi
definición concisa diría que es el amor prodigioso que le tiene un hombre a una
mujer, en donde lo importante no es la consumación del acto sexual, sino el
esfuerzo, la intriga y el juego que se requiere para llegar a él. Otra definición complementa esta
idea: “En el denominado amor cortés, el amante es el que se comporta con la
amada en forma muy semejante a cómo debe hacerlo el vasallo con su señor”. Y
una definición más completa nos dice:
“En el amor cortés el
amante no se propondrá un objetivo o una meta, como es cobrar la pieza de caza
y satisfacer en ella un afán de victoria, sino que se mantendrá en un estado de
amor que no aspira a ninguna recompensa o galardón. Es un imperfectivo amar por
amar que se mantiene permanentemente, a través de múltiples matizaciones como
servidor humilde y fiel en homenaje sin esperanza a la mujer amada. Lo
característico del amor cortés, en contraste con el amor ovidiano, es la
sumisión del amante ante la soberanía de la dama, la señora, de la que nada
espera y a la que dedicará toda su vida en actitud de delicuescente melancolía.
De ella va a provenir el tono doliente y gemebundo del trovador, o poeta amante
que llora no su desventura ante un fracaso, que sería una solución, sino el
paradójico dulce mal de amor con las agravantes de consentimiento y
perduración…”.
Como se puede leer, el amor cortés también es visto
como un reflejo de los estratos sociales del medievo, así como de los principios
imperantes de la época, en donde un cierto código de comportamiento definía a
la nobleza europea occidental y por consecuente a las relaciones en pareja, que
generalmente debían ocurrir entre miembros de la corte, de ahí también su
nombre.
Sin embargo, su origen viene de una civilización de la
que no se tiene mucha información, el Amor cortés para
varios historiadores, nace con los Cátaros O Abilgenses, que residieron en
Occitania, territorio que llegó a ser el más poblado de Francia antes de ser
aniquilado por la santa inquisición. Los cataros tenían una forma curiosa de
ver al mundo respecto a todos los demás, sobre todo en lo concerniente a la
religión, ya que para ellos existían dos principios creadores, no solamente
uno, rechazaban al antiguo testamento y a los sacramentos, consideraban que el placer
sexual no era pecado, y también veían al matrimonio como un símil de la
prostitución. Para los cataros la mujer era un ser valioso equiparable con el
hombre y por lo mismo tenía derecho a ser sacerdotisa, grado máximo entre
ellos, por lo que el matrimonio no era una obligación, además de que consideraban
la procreación como algo innecesario, ya que pensaban que el alma al encarnar
solo sufría, por lo que era preferible el concubinato, ya que conllevaba a un
estado temporal capaz de modificación.
El hombre occitano comprendió que la mujer
ocupaba un puesto destacado y prestigioso en la sociedad, ella tenía la preferencia
en el campo de lo moral e intelectual; daba ejemplo, sentaba la regla de los
buenos modales y del buen tono, ya no podía seguir siendo conquistada por la
fuerza, habría que obtenerla mediante méritos, valorizándose él mismo, debería
agradar, profesarle las vías del corazón, sus favores los podría obtener o
ganar con sumisión, fidelidad y el fervor de su servicio de hombre esforzado. De
aquí nace lo que se llamará Amor cortés: una mística nueva, una exaltación del
alma, la que por amor a la dama sólo suena con las perfecciones de la virtud
caballeresca y la pureza del corazón, por las cuales el amante merecerá su
recompensa. Y así la mujer lograba alcanzar la categoría de juez.
Esta nueva condición de la mujer, por
supuesto no fue bien vista por el resto de la Europa occidental, que se
encontraba bajo el yugo de la iglesia católica, por lo que una vez erradicados
los cataros no hubo una progresión de este pensamiento de igualdad, y la mujer
regresó a ser vista como un objeto sexual, pero ahora quizá con la variante de
que, entre más inalcanzable se mostrase, más subiría su valor y por lo tanto
más valdría la pena el esfuerzo de su caza.
Finalmente, la psicología y la filosofía han
elaborado pocos, pero vitales análisis sobre el Amor cortés y su impacto en la
sociedad occidental a través del tiempo, el filósofo Žižek por ejemplo dice
respecto al tema: “Lacan habla de la mujer como ésta aparece reflejada en el
discurso masculino, sobre su reflejo distorsionado en un medio que le es
extraño, nunca respecto a la mujer como es realmente: para Lacan, como lo había
sido para Freud anteriormente, la sexualidad femenina continua siendo un
“continente extraño”.
Coincidiendo con lo anteriormente expresado,
y a mi muy particular punto de vista, considero que el paso que hubiera seguido
de ver a la mujer como un equivalente al hombre, habría sido justamente lo
opuesto, la mujer tendría que ser considerada (primero por ella misma por
supuesto) como un ser complemente distinto al hombre, y que no se basa ni se
ajusta a sus mismas reglas políticas, económicas, ni sociales; pero esto
supongo, es una cuestión meramente de evolución.
Bibliografía:
Alda
Tesan, Jesús Manuel, Jorge Manrique,
Poesía, Cátedra, Madrid, 1992, p. 15.
· De
Santiago Miguel, Jorge Manrique, Poesía
Completa, Ediciones 29, Barcelona, 1989,
p. 126.
· García
Domínguez Pedro, Amor cortés y gnosis
catara, Álbum de las Artes y las letras, Madrid, 1986, p. 5.
· Žižek
Slavoj, El acoso de las fantasías, “El amor cortés, o la mujer como cosa”,
siglo veintiuno editores, Argentina, 1999, pp. 233-239.
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