lunes, 11 de mayo de 2015

EL REFLEJO DEL HOMBRE EN LA MUJER DEL SIGLO XIX (Ensayo)

“Para Lacan, como lo había sido para Freud,
la sexualidad femenina era
un continente extraño”
Slavoj Žižek

En la historia antigua de la humanidad, la mujer se muestra relejada del ámbito político, social, cultural y de las artes  prácticamente hasta finales del siglo XIX; por lo que este trabajo tiene como finalidad entender los mecanismos políticos, sociales y culturales que llevaron a estos hechos, así como también el de plantear una breve hipótesis sobre el papel que la mujer desempeñará en el futuro dentro de estos mismo ámbitos.
La represión de la mujer ha sido un factor clave dentro de las estructuras políticas y sociales, occidentales y capitalistas, ya que de este modo, al estado y a la iglesia les era posible un mayor control social; fue claro que mediante el control de la natalidad y de la educación, se hizo posible la creación de estatutos que aseguraban una estabilidad social y de “progreso”. Como lo señaló la autora Susan Isabel Stein:
“Si aceptamos la idea de que en la sociedad patriarcal, las mujeres constituyen una clase antagónica, las organizaciones sociales adoptadas por la burguesía española en América del siglo XIX, simplemente representarían más variaciones culturales de esas mismas formas de alienación, específicamente las del modo más antiguo de producción en la historia humana, con su respectiva división de trabajo entre hombres y mujeres".
Por esta razón, si la mujer trabajaba y se involucraba política o económicamente, entonces competía laboralmente con el hombre creando una desestabilidad social poco conveniente para las estructuras de poder, por consiguiente la mujer debía ser confinada en el hogar, encargándose de la educación de los hijos y de las labores domésticas.
Entonces, entre más marcadas estuvieran los roles entre mujeres y hombres, más beneficiado se veía el estado. Y respecto a esto podemos ver ejemplos muy claros, como lo establecido en Europa en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, en donde se hizo excluir a la mujer de la ciudadanía, ya que la libertad “Era un derecho adquirido solamente para los seres dignos de gozarla razonablemente: los hombres blancos”. Los primeros enciclopedistas como Denis Diderot también lo sentenciaron, apuntando cosas como: “La mujer siempre y como último recurso, será controlada por su útero”, ya que “Una nueva República no podía construirse con base en las virtudes del útero, ya que el ser social debía ser el hombre, puesto que la mujer estaba hecha específicamente para satisfacerlo, debido a una desigualdad guiada no por un perjuicio, sino por la razón”.
También en el código civil de 1804, conocido como el código Napoleón, vemos definida a la mujer como: “Una niña menor por siempre, ya que no puede participar en los procesos y la gestión de los asuntos públicos ya que los contaminaría dada su naturaleza sensible”.
También podemos constatarlo incluso en el ámbito de la ciencia, en donde Darwin sentencia en términos naturales, de desarrollo y de especie, que: “El hombre ha sido hecho en última instancia, superior a la mujer” debido a su naturaleza pasiva, frágil y protectora, predispuesta a largos periodos de embrazo y lactancia.
Sin embargo, en Europa se empezó a contraponer esta idea de “progreso” científico, con el de “progreso” político, ya que la mujer antes de que fuera instaurada la República, había estado bajo la instrucción y el servicio de la iglesia, situación que ya no podía sostenerse debido a la batalla anticlerical que se gestaba, en donde podía ser peligroso el que la mujer continuara bajo su tutela.
Por lo que, en 1882, fueron instauradas las leyes de Sée, creadas por el francés Camille Salomon Sée, que otorgaban a la mujer  la posibilidad de tener acceso a una educación básica y secundaria, por supuesto bajo un estricto control, ya que se consideraba a la mujer no apta para realizar las mismas tareas y oficios que un hombre. Sin embargo no previeron que esta estrategia progresista se saldrá inevitablemente de control, ya que para 1895 más de 800 mujeres estaban inscritas en bachilleres y 30 ya estaban en facultades, terminando tituladas 20 doctoras y 10 abogadas.
Este fenómeno dio pie al nacimiento de un nuevo prototipo de mujer llamado la Mujer Nueva, una mujer que estudiaba y trabajaba, y que por lo mismo comenzó a considerarse una amenaza para los sectores públicos y privados, de trabajo y familia, de producción y reproducción. No obstante esta “amenaza” fue tomada con humor y la imagen de la Mujer Nueva fue popularizada a través de las caricaturas en los periódicos, en donde se mostraba una inversión de roles, con el hombre lavando ropa, haciendo de comer y cuidando de los hijos y del hogar, en contraposición de la mujer trabajadora que sale a votar. 
El nacimiento de esta Nueva Mujer coincidió con la invención de la máquina, que también generó desconfianza, ya que amenazaba la mano de obra y el trabajo del hombre, y que en el caso de la mujer, amenazaba con deteriorar su pureza y castidad; por ejemplo, se decía que el pedaleo sobre la máquina de coser, incentivaba sus impulsos sexuales, lo mismo que el pedaleo en la bicicleta (visto como una especie de masturbador) por lo que se cuestionó si su uso era apto o no para la mujer. 
Estos cambios sociales, políticos y culturales, amenazaban las diferencias naturales que debían existir entre hombre y mujer, para asegurar una evolución que encaminara hacia una humanidad superior; por lo que estos cambios comenzaban a dotar a la mujer de nuevos valores e incluso de nuevos derechos que ponían en riesgo el “progreso”.
Todo lo anterior podemos atestiguarlo mediante el arte que fue creado en el fin de siglo XIX en Europa, el llamado Fin de Siécle, que según la autora Lise Martinot fue un periodo velado y omitido por ciertos críticos de arte como Alfred Barr, quien removió el Fin de Siécle de su diagrama del desarrollo de arte, cuando este periodo incluye movimientos artísticos realmente importantes como el Art Noveau y el Simbolismo, especulando que esto ocurrió debido a la vergüenza de los modernos por haber cedido a su propia debilidad, ya que el mundo racional por el que estos apelaban, desembocó en una crisis total en todos los aspectos.
Esta autora considera que los artistas de este periodo fueron conscientes de las imposiciones del sistema respecto al género femenino, evidenciando los nuevos estereotipos que fueron popularizándose como consecuencia del sometimiento y de la represión, atrayendo  repercusiones psíquicas y sociales importantes.
Puesto que del deber ser de la mujer debía residir en su pasividad maternal, el erotismo de la época se situó en arenas movedizas, en donde se hablaba de una estética de lo exquisito puesto que el placer estético no surgía de la representación de lo sublime, sino del placer masoquista que representaba la sublimación de lo prohibido.
En muchas de las pinturas de Fin de Siécle podemos encontrar esta estética de lo exquisito, que se revelaría entonces entre los límites de lo permitido y de lo intolerable, ósea en el desorden exquisito de la belleza mórbida, como podemos apreciarlo en los cuadros de Giovann Segantini, de Edvard Munch y de Felicien Rops.
Respecto al ámbito literario, una obra importante que influenció a este periodo con relación al erotismo fue La venus de las pieles, escrita en 1870 por el austriaco Leopold Von Sacher Masoch, en la que abordó el tema del masoquismo mucho antes de que lo hiciera Freud o cualquier otro médico. En esta obra leemos como el protagonista Severin, implora por el abuso de una  mujer llamada Wanda: “El dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa…”.
De esto podemos rescatar la necesidad que tenía el hombre de Fin de Siécle por un nuevo prototipo de mujer, ya que recapitulando, la mujer divinizada le aburría al no tener nada de erótico y rechazaba a la Mujer Nueva porque no le atraía la imitación de alguien igual a él (en todo caso le provocaba risa), entonces fue así que surgió por necesidad la Femme Fatal, la figura de la perversa ninfómana que incluso podía llegar a ser una criminal o un monstruo, pero con quién podía saciar sus impulsos más impúdicos y oscuros.
Es también en esta etapa, cuando exteriormente el hombre necesita diferenciarse aún más de la mujer, un ejemplo son las joyas, ya que éstas comienzan a jugar un papel importante como accesorio únicamente femenino, desdeñando así por completo, los vestigios que las modas monárquicas de reyes afeminados y emperifollados pudieron haber dejado. El hombre republicano debía mostrarse serio y sobrio, con traje, bastón, pipa y sombrero,  mientras que la mujer debía lucir frívola como sus joyas, provocativa, malévola y distante, como podemos apreciarlo en las pinturas de Klimt.
Sin embargo la figura de la Femme fatal comenzó también a entrar en crisis, quizás porque comenzó a ser también una referencia directa de la muerte, debido a las enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, enfermedad venérea que comenzó a convertirse en una seria epidemia. En París, por ejemplo, el 20% de los hombres estaban infectados y para 1902 ya sumaban un millón, poniendo así en jaque la natalidad y por lo mismo la evolución correcta de la especie.
Entonces la figura de la ninfómana insaciable no podía tener más cabida, por lo que tenía que ser fuertemente condenada y reprimida, al grado de clausurar varios burdeles. Fue debido a esto que una nueva figura debía reemplazarla, un modelo de perfección al que le fuera imposible procrear y que estuviera alejado de cualquier desorden sexual, esta figura fue el Andrógino y aunque éste no se escapaba del todo del deseo sexual, ya que se relacionaba también con la homosexualidad, no podía expresarse en su totalidad bajo esos términos debido a que la homosexualidad fue altamente penada en la República, por lo que entonces, encontramos una vez más el placer masoquista representado en la sublimación de lo prohibido.
Otra cosa a la que también remite esta figura del Andrógino es a la cultura griega, en donde el prototipo de hombre ideal era sinónimo de perfección, por lo que a finales del siglo XIX en Europa, los gimnasios comenzaron a ponerse de moda al igual que el fisicoculturismo.
De estos hechos podemos analizar la necesidad egocéntrica del hombre por encontrar la perfección en el exterior y en el otro, pero jamás en el interior de sí mismo, ya que primero usa a la mujer como un espejo, buscando el reflejo de lo que aspira a ser, de lo que quisiera ser y de lo que teme ser. Y al nunca encontrarse complacido regresa a sí mismo pero buscando nuevamente en el exterior, ahora en la imagen del Andrógino y en la perfección física a la que apelaban anteriormente los griegos.
Por lo que finalmente, encontramos a un sistema y a un hombre de finales de siglo XIX que apela por el progreso y la modernidad, que busca la perfección, la estabilidad y la correcta evolución de la especie por medio de la ciencia y de un método considerados como la única verdad, una especie de nuevo dios, un nuevo dios que en cuanto a libertad del ser humano, reprime y condena de la misma manera que el antiguo.
Quizás creyeron que así se aseguraba una humanidad sana y próspera; sin embargo hoy en día no estamos mejor y quizás, en realidad, nunca lo estaremos. Es impresionante ver como en la sociedad cultural actual, se está gestando un nuevo modelo de mujer, es muy claro ubicarlo en las caricaturas, en las películas y por supuesto en los libros, en donde podemos observar a una mujer guerrera, fuerte, heroína de la humanidad, que se enfrenta a la vida y a la adversidad con actitud vencedora; por lo que, sin la pretensión de ser original ni mucho menos premonitoria, me arriesgo a decir que así como la ciencia fue el nuevo dios del XIX, la tecnología será el nuestro, y de su mano, nuevos prototipos de mujer aparecerán como el de esta mujer heroica que no solamente no estará asociada a la maternidad, sino que ni siquiera se considerará útil para tal empresa, ya que como actualmente vemos, la fecundación in vitro y las nuevas técnicas gestacionales, ofrecen un mayor control del recién nacido, asegurando así una evolución “perfecta” de la especie; por lo que hombres y mujeres podrán fácilmente equiparase a un robot, en donde la heterogeneidad que se buscaba en aquellos tiempos será totalmente borrada, y hombre y mujer serán homogéneos, luchando a la par por lo que sea que signifique la felicidad futura.

Bibliografía:
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<http://embryology.med.unsw.edu.au/pdf/Origin_of_Species.pdf> [consulta: 10 Abril 2015] The Descent of Man and Selection in Relation to Sex, extracto reproducido en Art in Theory, 1815-1900, an anthology of changing ideas, 1859.
v  Diderot, Denis, Sur les femmes,
<http://www.larevuedesressources.org/spip.php?article634> [consulta: 10 Abril 2015], Francia, 1772.
v  Jozé, Victor, Le féminisme et le bon sens, La Plume, no. 15, Francia, 1895.
v  Martinot, Lise, Fin de Siécle en Europa, o una crisis del sistema modernista, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2009.
v  O´Followell, Bicyclette et organes génitaux, Baillière et fils, Francia, 1900.
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v  Rousseau, Jean, Jacques, Emile, <http://www.gla.ac.uk/centres/tltphistory/training/advanced/custom/coredocs/coredoc.ht> [consulta: 10 Abril 2015] 1759, carta a d´Alembert, [en línea] 1762, Emile ou De l´éducation, París: Editions Flammarion, 1966.
v  Sacher-Masoch, Leopold, Escritos autobiográficos, Maldoror, E.U. 2005.
v  Stein, Isabel, Susan, El lugar de la mujer: La moral burguesa y las comedias domésticas españolas del siglo XIX en América, Latin American Theatre Review (Kansas); XXVI: 1, Fall, E.U. 1992.  
v  Žižek Slavoj, El acoso de las fantasías, “El amor cortés, o la mujer como cosa”, Siglo veintiuno editores, Argentina, 1999.


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