“Para Lacan, como lo
había sido para Freud,
la sexualidad femenina
era
un continente
extraño”
Slavoj Žižek
En la historia antigua
de la humanidad, la mujer se muestra relejada del ámbito político, social, cultural
y de las artes prácticamente hasta
finales del siglo XIX; por lo que este trabajo tiene como finalidad entender
los mecanismos políticos, sociales y culturales que llevaron a estos hechos, así
como también el de plantear una breve hipótesis sobre el papel que la mujer
desempeñará en el futuro dentro de estos mismo ámbitos.
La represión de la
mujer ha sido un factor clave dentro de las estructuras políticas y sociales,
occidentales y capitalistas, ya que de este modo, al estado y a la iglesia les
era posible un mayor control social; fue claro que mediante el control de la natalidad
y de la educación, se hizo posible la creación de estatutos que aseguraban una
estabilidad social y de “progreso”. Como lo señaló la autora Susan Isabel Stein:
“Si aceptamos la idea
de que en la sociedad patriarcal, las mujeres constituyen una clase antagónica,
las organizaciones sociales adoptadas por la burguesía española en América del
siglo XIX, simplemente representarían más variaciones culturales de esas mismas
formas de alienación, específicamente las del modo más antiguo de producción en
la historia humana, con su respectiva división de trabajo entre hombres y
mujeres".
Por
esta razón, si la mujer trabajaba y se involucraba política o económicamente,
entonces competía laboralmente con el hombre creando una desestabilidad social poco
conveniente para las estructuras de poder, por consiguiente la mujer debía ser
confinada en el hogar, encargándose de la educación de los hijos y de las
labores domésticas.
Entonces,
entre más marcadas estuvieran los roles entre mujeres y hombres, más
beneficiado se veía el estado. Y respecto a esto podemos ver ejemplos muy
claros, como lo establecido en Europa en la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano, en donde se hizo excluir a la mujer de la ciudadanía,
ya que la libertad “Era un derecho adquirido solamente para los seres dignos de
gozarla razonablemente: los hombres blancos”. Los primeros enciclopedistas como Denis
Diderot también lo sentenciaron, apuntando cosas como: “La mujer siempre y como
último recurso, será controlada por su útero”, ya que “Una nueva República no podía
construirse con base en las virtudes del útero, ya que el ser social debía ser
el hombre, puesto que la mujer estaba hecha específicamente para satisfacerlo,
debido a una desigualdad guiada no por un perjuicio, sino por la razón”.
También en el código
civil de 1804, conocido como el código Napoleón, vemos definida a la mujer como:
“Una niña menor por siempre, ya que no puede participar en los procesos y la
gestión de los asuntos públicos ya que los contaminaría dada su naturaleza
sensible”.
También podemos
constatarlo incluso en el ámbito de la ciencia, en donde Darwin sentencia en
términos naturales, de desarrollo y de especie, que: “El hombre ha sido hecho
en última instancia, superior a la mujer” debido a su naturaleza
pasiva, frágil y protectora, predispuesta a largos periodos de embrazo y
lactancia.
Sin embargo, en
Europa se empezó a contraponer esta idea de “progreso” científico, con el de “progreso”
político, ya que la mujer antes de que fuera instaurada la República, había
estado bajo la instrucción y el servicio de la iglesia, situación que ya no
podía sostenerse debido a la batalla anticlerical que se gestaba, en donde
podía ser peligroso el que la mujer continuara bajo su tutela.
Por lo que, en 1882,
fueron instauradas las leyes de Sée, creadas por el francés Camille Salomon Sée,
que otorgaban a la mujer la posibilidad
de tener acceso a una educación básica y secundaria, por supuesto bajo un
estricto control, ya que se consideraba a la mujer no apta para realizar las
mismas tareas y oficios que un hombre. Sin embargo no previeron que esta
estrategia progresista se saldrá inevitablemente de control, ya que para 1895
más de 800 mujeres estaban
inscritas en bachilleres y 30 ya estaban en facultades, terminando tituladas 20
doctoras y 10 abogadas.
Este fenómeno dio pie
al nacimiento de un nuevo prototipo de mujer llamado la Mujer Nueva, una mujer
que estudiaba y trabajaba, y que por lo mismo comenzó a considerarse una
amenaza para los sectores públicos y privados, de trabajo y familia, de
producción y reproducción. No obstante esta “amenaza” fue tomada con humor y la
imagen de la Mujer Nueva fue popularizada a través de las caricaturas en los
periódicos, en donde se mostraba una inversión de roles, con el hombre lavando
ropa, haciendo de comer y cuidando de los hijos y del hogar, en contraposición
de la mujer trabajadora que sale a votar.
El nacimiento de esta
Nueva Mujer coincidió con la invención de la máquina, que también generó
desconfianza, ya que amenazaba la mano de obra y el trabajo del hombre, y que
en el caso de la mujer, amenazaba con deteriorar su pureza y castidad; por ejemplo,
se decía que el pedaleo sobre la máquina de coser, incentivaba sus impulsos
sexuales, lo mismo que el pedaleo en la bicicleta (visto como una especie de
masturbador) por lo que se cuestionó si su uso era apto o no para la mujer.
Estos cambios
sociales, políticos y culturales, amenazaban las diferencias naturales que
debían existir entre hombre y mujer, para asegurar una evolución que encaminara
hacia una humanidad superior; por lo que estos cambios comenzaban a dotar a la
mujer de nuevos valores e incluso de nuevos derechos que ponían en riesgo el
“progreso”.
Todo lo anterior
podemos atestiguarlo mediante el arte que fue creado en el fin de siglo XIX en
Europa, el llamado Fin de Siécle, que
según la autora Lise Martinot fue un periodo velado y omitido por ciertos
críticos de arte como Alfred Barr, quien removió el Fin de Siécle de su diagrama del desarrollo de arte, cuando este periodo
incluye movimientos artísticos realmente importantes como el Art Noveau y el Simbolismo, especulando que esto ocurrió debido a la vergüenza de
los modernos por haber cedido a su propia debilidad, ya que el mundo racional
por el que estos apelaban, desembocó en una crisis total en todos los aspectos.
Esta autora considera
que los artistas de este periodo fueron conscientes de las imposiciones del
sistema respecto al género femenino, evidenciando los nuevos estereotipos que
fueron popularizándose como consecuencia del sometimiento y de la represión,
atrayendo repercusiones psíquicas y sociales
importantes.
Puesto que del deber
ser de la mujer debía residir en su pasividad maternal, el erotismo de la época
se situó en arenas movedizas, en donde se hablaba de una estética de lo
exquisito puesto que el placer estético no surgía de la representación de lo
sublime, sino del placer masoquista que representaba la sublimación de lo
prohibido.
En muchas de las
pinturas de Fin de Siécle podemos
encontrar esta estética de lo exquisito, que se revelaría entonces entre los
límites de lo permitido y de lo intolerable, ósea en el desorden exquisito de
la belleza mórbida, como podemos apreciarlo en los cuadros de Giovann
Segantini, de Edvard Munch y de Felicien Rops.
Respecto al ámbito
literario, una obra importante que influenció a este periodo con relación al
erotismo fue La venus de las pieles, escrita
en 1870 por el austriaco Leopold Von Sacher Masoch, en la que
abordó el tema del masoquismo mucho antes de que lo hiciera Freud o cualquier
otro médico. En esta obra leemos como el protagonista Severin, implora por el abuso
de una mujer llamada Wanda: “El dolor
posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la
tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa…”.
De esto podemos
rescatar la necesidad que tenía el hombre de Fin de Siécle por un nuevo prototipo de mujer, ya que
recapitulando, la mujer divinizada le aburría al no tener nada de erótico y rechazaba
a la Mujer Nueva porque no le atraía la imitación de alguien igual a él (en
todo caso le provocaba risa), entonces fue así que surgió por necesidad la Femme Fatal, la figura de la perversa
ninfómana que incluso podía llegar a ser una criminal o un monstruo, pero con quién
podía saciar sus impulsos más impúdicos y oscuros.
Es también en esta
etapa, cuando exteriormente el hombre necesita diferenciarse aún más de la
mujer, un ejemplo son las joyas, ya que éstas comienzan a jugar un papel
importante como accesorio únicamente femenino, desdeñando así por completo, los
vestigios que las modas monárquicas de reyes afeminados y emperifollados
pudieron haber dejado. El hombre republicano debía mostrarse serio y sobrio,
con traje, bastón, pipa y sombrero, mientras
que la mujer debía lucir frívola como sus joyas, provocativa, malévola y
distante, como podemos apreciarlo en las pinturas de Klimt.
Sin embargo la figura
de la Femme fatal comenzó también a
entrar en crisis, quizás porque comenzó a ser también
una referencia directa de la muerte, debido a las enfermedades de transmisión sexual
como la sífilis, enfermedad venérea que comenzó a convertirse en una seria
epidemia. En París, por ejemplo, el 20% de los hombres estaban infectados y para
1902 ya sumaban un millón, poniendo así en jaque la natalidad y por lo mismo la
evolución correcta de la especie.
Entonces la figura de
la ninfómana insaciable no podía tener más cabida, por lo que tenía que ser fuertemente
condenada y reprimida, al grado de clausurar varios burdeles. Fue debido a esto
que una nueva figura debía reemplazarla, un modelo de perfección al que le
fuera imposible procrear y que estuviera alejado de cualquier desorden sexual,
esta figura fue el Andrógino y aunque éste no se escapaba del todo
del deseo sexual, ya que se relacionaba también con la homosexualidad, no podía
expresarse en su totalidad bajo esos términos debido a que la homosexualidad
fue altamente penada en la República, por lo que entonces, encontramos una vez
más el placer masoquista representado en la sublimación de lo prohibido.
Otra cosa a la que
también remite esta figura del Andrógino es a la cultura griega, en donde el
prototipo de hombre ideal era sinónimo de perfección, por lo que a finales del
siglo XIX en Europa, los gimnasios comenzaron a ponerse de moda al igual que el
fisicoculturismo.
De estos hechos
podemos analizar la necesidad egocéntrica del hombre por encontrar la
perfección en el exterior y en el otro, pero jamás en el interior de sí mismo,
ya que primero usa a la mujer como un espejo, buscando el reflejo de lo que
aspira a ser, de lo que quisiera ser y de lo que teme ser. Y al nunca encontrarse
complacido regresa a sí mismo pero buscando nuevamente
en el exterior, ahora en la imagen del Andrógino y en la perfección física a la
que apelaban anteriormente los griegos.
Por lo que
finalmente, encontramos a un sistema y a un hombre de finales de siglo XIX que
apela por el progreso y la modernidad, que busca la perfección, la estabilidad
y la correcta evolución de la especie por medio de la ciencia y de un método
considerados como la única verdad, una especie de nuevo dios, un nuevo dios que
en cuanto a libertad del ser humano, reprime y condena de la misma manera que
el antiguo.
Quizás creyeron que
así se aseguraba una humanidad sana y próspera; sin embargo hoy en día no
estamos mejor y quizás, en realidad, nunca lo estaremos. Es impresionante ver como
en la sociedad cultural actual, se está gestando un nuevo modelo de mujer, es
muy claro ubicarlo en las caricaturas, en las películas y por supuesto en los libros,
en donde podemos observar a una mujer guerrera, fuerte, heroína de la
humanidad, que se enfrenta a la vida y a la adversidad con actitud vencedora;
por lo que, sin la pretensión de ser original ni mucho menos premonitoria, me
arriesgo a decir que así como la ciencia fue el nuevo dios del XIX, la
tecnología será el nuestro, y de su mano, nuevos prototipos de mujer aparecerán
como el de esta mujer heroica que no solamente no estará asociada a la
maternidad, sino que ni siquiera se considerará útil para tal empresa, ya que
como actualmente vemos, la fecundación in vitro y las nuevas técnicas
gestacionales, ofrecen un mayor control del recién nacido, asegurando así una
evolución “perfecta” de la especie; por lo que hombres y mujeres podrán
fácilmente equiparase a un robot, en donde la heterogeneidad que se buscaba en
aquellos tiempos será totalmente borrada, y hombre y mujer serán homogéneos, luchando
a la par por lo que sea que signifique la felicidad futura.
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