lunes, 11 de mayo de 2015

LA LITERATURA DROGADA DE LOS POETAS LATINOAMERICANOS DEL SIGLO XIX (Ensayo)

Ser un poeta moderno en Latinoamérica no debió ser tarea fácil, basta con imaginar a un puñado de seres incomprensibles en medio tanta crisis tercermundista, tanto rezago colonial, tanto falso patriotismo, tanta muerte, tanto suicidio, tanto dolor, tanto amor imposible, tanta literatura con malas traducciones, tantas modelos a seguir y almas gemelas a miles de kilómetros de distancia, tanta soledad, tanta sed… empero no todo fue tan malo, tuvieron inspiración, tuvieron mujeres y hombres, tuvieron alcohol y tuvieron drogas, las hayan usado o no para escribir ¡las usaron!, por lo menos como una importante referencia.
La mayoría de nuestros poetas modernos admiraban a Baudelaire y al resto de los poetas malditos, algunos como José Asunción Silva, Leopoldo Lugones y Amado Nervo, tuvieron el privilegio de poder viajar a París para sentir aquel ambiente de inspiración, enigma y decadencia; sin embargo otros como Julián del Casal, no pudieron y debieron conformarse con leer las obras poéticas de sus ídolos desde la incomodidad de sus casas.
Es posible que al leer a estos decadentes, los modernos hayan tenido la curiosidad de experimentar las drogas conocidas hasta ese momento como el hachís, el éter, el opio y su derivado la morfina, para adquirir una percepción distinta de la realidad y para sacar a relucir el tema en sus poesías; aunque no necesariamente tuvieron que haberlas probado, ya que pudieron haber tomado el tema de la droga como una simple moda o un pretexto para hablar de la ensoñación y de los paraísos y placeres artificiales.
Un caso claro lo podemos encontrar en el poema “El humo de la pipa”, en donde Rubén Darío nos presenta un mundo que construye gracias a un estado alterado de consciencia, en donde fuma algo que no sabemos a ciencia cierta qué es, pero que proviene de una pipa: De pronto, colgada de la pared, vi una de esas pipas delgadas, que gustan a ciertos aficionados, suficientemente larga, para sentarle bien a una cabeza de turco, y suficientemente corta para satisfacer a un estudiante alemán…”. A medida en que va fumando y la sustancia surte efecto, se transporta a una isla en donde irrumpirá en medio de una tertulia de hadas, acto por el cual será condenado a nunca volver a amar, por lo que ante su terrible sed, el mundo lo ignorará y le será sordo.
Otro caso aún más directo, en donde la droga es enunciada desde el título, lo encontramos en el poema “La canción de la Morfina” de Julián del Casal, en donde la propia morfina es la encargada de convencernos de sus virtudes: “… ¿Qué otra embriaguez hallará Superior a mi embriaguez? Tanto mi poder abarca, que conmigo han olvidado, su miseria el desdichado y su opulencia el monarca, yo venzo a la realidad, ilumino el negro arcano, y hago del dolor humano dulce voluptuosidad…”.
 Este mundo creado por Casal, nos ofrece una fuga a la realidad insostenible, por medio de imágenes y de sensaciones casi imposibles de soslayar.
También en las “Gotas amargas” de José Asunción Silva, encontramos la necesidad de sanar mediante todo tipo de sustancias: “Se curó con bromuro y con las cápsulas de éter de Clertán. Luego, desencantando de la vida filósofo sutil, a Leopardi leyó, y a Schopenhauer y en un rato de spleen, se curó para siempre con las cápsulas de plomo de un fusil…”.
Por lo que el autor, de cierta manera irónica, nos comparte el descontento de un tiempo moderno que no vislumbra ningún tipo de esperanza, ni para la juventud ni para nadie.
Finalmente, también encontramos en Leopoldo Lugones esta misma temática dentro de su poesía y sus cuentos como “El puñal”, en donde presenta a la droga desde una perspectiva distinta como podemos leer aquí: “La iniciación prescribía el hashish al entrar en el tercer grado, con el fin de poner al adepto en trance de recibir la comunicación de ciertos poderes ocultos. No era otro el objeto de kikeón que tomaban los iniciados en los misterios de Eleusis; y los cristianos consagraban con vino, que es también una bebida embriagadora…”. 
Por lo tanto, en la obra de este autor no veremos al hachís como el vehículo que conduce a otra realidad o hacia la fuga, sino como un elemento indispensable dentro de un ritual de iniciación, resignificando así totalmente a esta sustancia.
Como conclusión podemos destacar que para estos cuatro poetas, la droga fue un remedio material para una dolencia de tipo espiritual, por medio de la cual se dibujaba la muerte volviéndola deseable, así como un ansiedad por cruzar las fronteras de un mundo moderno y amargo que desdeñaban, en donde sus espíritus parecían hechos para otro mundo muy distante al suyo que reclamaban desesperadamente.

Bibliografía
v  Darío, Rubén, “El humo de la pipa”, Urupipas, Uruguay, 2001, <http://cpu2001.50webs.com/2pipapoesia/dario.html>, (12 de Abril del 2015).

v  Del Casal, Julián, “La canción de la morfina”, Ciudad de Seiva, Puerto Rico,

v  Lugones, Leopoldo, “El puñal”, Cuentos fatales, Babel, Buenos Aires,
(12 de Abril del 2015).

v  Silva, Asunción, José, “Gotas amargas”, Beevoz, Universia,  <http://www.beevoz.com/2015/02/01/la-escena-cinica-de-la-vida-misma-en-jose-asuncion-silva-desde-sus-gotas-amargas/>, (12 de Abril del 2015).
                                

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