Ser un poeta moderno
en Latinoamérica no debió ser tarea fácil, basta con imaginar a un puñado de
seres incomprensibles en medio tanta crisis tercermundista, tanto rezago
colonial, tanto falso patriotismo, tanta muerte, tanto suicidio, tanto dolor, tanto
amor imposible, tanta literatura con malas traducciones, tantas modelos a
seguir y almas gemelas a miles de kilómetros de distancia, tanta soledad, tanta
sed… empero no todo fue tan malo, tuvieron inspiración, tuvieron mujeres y
hombres, tuvieron alcohol y tuvieron drogas, las hayan usado o no para escribir
¡las usaron!, por lo menos como una importante referencia.
La mayoría de nuestros
poetas modernos admiraban a Baudelaire y al resto de los poetas malditos,
algunos como José Asunción Silva, Leopoldo Lugones y Amado Nervo, tuvieron el
privilegio de poder viajar a París para sentir aquel ambiente de inspiración,
enigma y decadencia; sin embargo otros como Julián del Casal, no pudieron y
debieron conformarse con leer las obras poéticas de sus ídolos desde la
incomodidad de sus casas.
Es posible que al
leer a estos decadentes, los modernos hayan tenido la curiosidad de
experimentar las drogas conocidas hasta ese momento como el hachís, el éter, el
opio y su derivado la morfina, para adquirir una percepción distinta de la
realidad y para sacar a relucir el tema en sus poesías; aunque no
necesariamente tuvieron que haberlas probado, ya que pudieron haber tomado el
tema de la droga como una simple moda o un pretexto para hablar de la ensoñación
y de los paraísos y placeres artificiales.
Un caso claro lo
podemos encontrar en el poema “El humo de la pipa”, en donde Rubén Darío nos
presenta un mundo que construye gracias a un estado alterado de consciencia, en
donde fuma algo que no sabemos a ciencia cierta qué es, pero que proviene de
una pipa: “De pronto, colgada de la pared, vi una de esas pipas delgadas, que
gustan a ciertos aficionados, suficientemente larga, para sentarle bien a una
cabeza de turco, y suficientemente corta para satisfacer a un estudiante
alemán…”. A medida en que va fumando y la sustancia surte efecto, se
transporta a una isla en donde irrumpirá en medio de una tertulia de hadas,
acto por el cual será condenado a nunca volver a amar, por lo que ante su
terrible sed, el mundo lo ignorará y le será sordo.
Otro caso aún más
directo, en donde la droga es enunciada desde el título, lo encontramos en el
poema “La canción de la Morfina” de Julián del Casal, en donde la propia
morfina es la encargada de convencernos de sus virtudes: “… ¿Qué otra
embriaguez hallará Superior a mi embriaguez? Tanto mi poder abarca, que conmigo
han olvidado, su miseria el desdichado y su opulencia el monarca, yo venzo a la
realidad, ilumino el negro arcano, y hago del dolor humano dulce voluptuosidad…”.
Este mundo creado
por Casal, nos ofrece una fuga a la realidad insostenible, por medio de imágenes
y de sensaciones casi imposibles de soslayar.
También en las “Gotas amargas” de José Asunción Silva,
encontramos la necesidad de sanar mediante todo tipo de sustancias: “Se curó
con bromuro y con las cápsulas de éter de Clertán. Luego, desencantando de la
vida filósofo sutil, a Leopardi leyó, y a Schopenhauer y en un rato de spleen, se
curó para siempre con las cápsulas de plomo de un fusil…”.
Por lo que el autor, de cierta manera irónica, nos
comparte el descontento de un tiempo moderno que no vislumbra ningún tipo de esperanza,
ni para la juventud ni para nadie.
Finalmente, también encontramos en Leopoldo Lugones esta
misma temática dentro de su poesía y sus cuentos como “El puñal”, en donde
presenta a la droga desde una perspectiva distinta como podemos leer aquí: “La
iniciación prescribía el hashish al entrar en el tercer grado, con el fin de
poner al adepto en trance de recibir la comunicación de ciertos poderes ocultos.
No era otro el objeto de kikeón que
tomaban los iniciados en los misterios de Eleusis; y los cristianos consagraban
con vino, que es también una bebida embriagadora…”.
Por lo tanto, en la obra de este autor no veremos
al hachís como el vehículo que conduce a otra realidad o hacia la fuga, sino
como un elemento indispensable dentro de un ritual de iniciación,
resignificando así totalmente a esta sustancia.
Como conclusión podemos destacar que para estos cuatro
poetas, la droga fue un remedio material para una
dolencia de tipo espiritual, por medio de la cual se dibujaba la muerte
volviéndola deseable, así como un ansiedad por cruzar las fronteras de un mundo
moderno y amargo que desdeñaban, en donde sus espíritus parecían hechos para
otro mundo muy distante al suyo que reclamaban desesperadamente.
Bibliografía
v Darío, Rubén, “El humo de la pipa”, Urupipas, Uruguay, 2001, <http://cpu2001.50webs.com/2pipapoesia/dario.html>, (12 de Abril del 2015).
v Del Casal, Julián, “La canción de la morfina”, Ciudad de Seiva, Puerto
Rico,
<http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ha/casal/la_cancion_de_la_morfina.htm>, (12 de Abril del 2015).
v Lugones, Leopoldo, “El puñal”, Cuentos fatales, Babel, Buenos Aires,
v Silva, Asunción, José, “Gotas amargas”, Beevoz, Universia, <http://www.beevoz.com/2015/02/01/la-escena-cinica-de-la-vida-misma-en-jose-asuncion-silva-desde-sus-gotas-amargas/>, (12 de Abril del 2015).
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