martes, 18 de agosto de 2015

Las cervecerías del Porfiriato: La botella vs los vasos pulqueros

La primera concesión para la producción de cerveza en nuestro país la obtuvo Alonso de Herrera en 1544, ya que durante la Colonia uno de los sectores que más se desarrolló fue el de productos alimenticios y  bebidas, que incluía también el modesto sector de la cerveza. Por lo tanto la producción de vidrio fue muy importante, ya que había una gran demanda de botellas cerveceras que comenzaron también a importarse de Inglaterra y de otros países a comienzos del siglo XVIII.
En México es innegable el gusto por la cerveza desde tiempos de los virreyes, por lo que refutable la teoría de que los alemanes fueron los encargados de introducirla en el siglo XIX, ya que para 1864 ya existían cerca de 7 fábricas de cerveza y más de 10 cristalerías y locerías encargadas de la producción de botellas cerveceras.
Una circunstancia digna de recordarse durante esta época, es la competencia que durante siglos sostuvieron el pulque y la cerveza, competencia que por obvias razones también involucró a las los objetos de vidrio que ambas industrias trajeron al mundo. Tan solo un año después de fuera otorgada la concesión de la cerveza, Carlos V decidió restringir el comercio del pulque en la Nueva España, otorgando un favor especial a la cerveza al prohibir a toda persona “que hiciesen vinos de tierra con raíces y los vendiesen”,  pero no sin antes disponer “que las ordenanzas justas y buenas convenían se guardasen para la granjería de la cerveza”.
Sin embargo, a pesar de tales prohibiciones, el pulque o “bebida nacional” prosperó hasta engendrar una “aristocracia pulquera” fincada en una estirpe mercantil. A causa de sus orígenes prehispánicos, el pulque no era digno de ser servido en cristalería europea en ciertos círculos sociales decimonónicos, por lo que el pulque tuvo que crear sus propios envases y recipientes, dando forma y color a uno de los capítulos más pintorescos de la vidriería nacional.
En las pulquerías, las jarras y vasos pulqueros que con frecuencia tenían un aspecto verdoso encontraban refugio y aprecio. La variedad de recipientes de vidrio para el pulque fue numerosa, entre ellos se encontraban “las macetas o camiones” que eran vasos de gran tamaño, “las catrinas” artísticos vasos de formas ondulantes como caderas femeninas, “los tornillos”  vasos cilíndricos medianos de vidrio torcido a la manera de charamusca como la espiral de un tornillo, “las cacarizas” jarras de vidrio goteado que recuerdan las cicatrices de la viruela, “los chivatos” vasos con asa de mayor capacidad que el tornillo parecidos a los tarros de ahora que utilizamos para la cerveza, “los chivos” semejantes a los chivatos pero de menor tamaño, “las tripas” artísticos vasos de vidrio, cilíndricos, con asa, alargados y delgados, modelados a manera de los vasos llamados de media caña, “las violas” de media caña en su parte superior y goteados en su parte inferior, de tamaño mediano, y “las reinas” recipientes de vidrio de mayor tamaño que las violas, casi como las macetas.
A pesar de su atribuido origen divino y de sus hondas raíces históricas, el pulque fue desplazado de los hogares urbanos por la cerveza, su enemiga acérrima. Este triunfo se debió en cierto grado, a la mayor antigüedad del embotellamiento de la cerveza, ya que décadas después es que se obtiene el procedimiento para preservar la bebida del pulque, su embotellamiento fue patentado el 1933, cuando los números ya coronaban el creciente avance de la cerveza a escala comercial.
Fue durante la época porfiriana cuando las cervecerías desarrollaron un papel preponderante respecto a la industrialización de nuestro país, ya que brotaban por doquier. La primera gran cervecería fue la de Monterrey, que comenzó a funcionar en 1890, con capacidad diaria de 10 mil barriles y 5 mil botellas. Cuatro años más tarde abrió sus puertas la de Orizaba, con capacidad de 15 mil barriles diarios. También se modernizó la de Toluca y en años sucesivos surgieron fábricas en Chihuahua y Sonora (1896), en Guadalajara (1897) y en Sinaloa y Yucatán (1900).
La industria Cervera se extendió por el territorio porfirista y esta regionalización se debió a que durante el Virreinato y parte del siglo XIX, no toda la cerveza era embotellada y por lo tanto era preciso consumirla en un corto lapso después de haber sido fabricada y en la propia localidad, ya que no había transportación refrigerada para su debida conservación. Con el advenimiento de la modernidad tecnológica, la nueva red de ferrocarriles y con la fabricación mecanizada de millones de envases de vidrio, las cervecerías se propagaron aún más durante el cambio de siglo: en 1910 había 29 cervecerías a lo largo y ancho de la República.

La elaboración masiva de botellas cerveceras en México fue el detonador de la gran industria vidriera que surgiría durante la primera década del siglo XX. Esta época simboliza la transición del taller y de la pequeña factoría a una auténtica revolución industrial en materia del vidrio en nuestro país. Industria que se solidificará al dar forma a una inmensidad de envases y recipientes que hoy en día son icónicos.  

sábado, 27 de junio de 2015

El duende



Sobre el duende, Federico García Lorca escribiría en Juego y Teoría del duende:

"El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y un no pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies". Es decir, no es una cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre, de viejísima cultura, de creación en acto". 

"La llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas, Sobre planos viejos, da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso".

"Todas la artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que éstas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto".

"La verdadera lucha es con el duende".

Pintura de Melissa Méndez Orantes 

viernes, 26 de junio de 2015

"Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa"




EMMA GOLDMAN 


Emma nació en Kaunas, Lituania el 27 de junio de 1869 y murió en Toronto el 14 de mayo de 1940. Fue una anarquista de origen judío, pionera en la lucha por la emancipación de la mujer y una gran escritora, conocida por sus manifiestos libertarios y feministas.
Emigró a los Estados Unidos y ahí fundó su propia revista anarquista titulada Mother Earth entre 1906 y 1917, también escribió Anarquismo y otros ensayos (1910) y su autobiografía Viviendo mi vida (1931). Fue la primer persona en introducir y difundir las obras de Henrik Ibsen (Casa de muñecas) en Estados Unidos
Entre sus mejores frases destancan:

"Para que la mujer llegue a su verdadera emancipación, debe dejar de lado las ridículas nociones de querer ser amada, estar comprometida y ser madre, ya que son sinónimo de estar esclavizada o subordinada".

"La historia del progreso está escrita con la sangre de hombres y mujeres que se han atrevido a abrazar una causa impopular, como por ejemplo, el hombre negro al derecho de su cuerpo, o el de la mujer a su alma".

"Antes de que podamos perdonarnos unos a otros, tenemos que entendernos".





sábado, 20 de junio de 2015

Y no soy apta para señoritas...

"Soy Teresa Wilms Montt… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú y sin embargo te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt, y no soy apta para señoritas".


jueves, 11 de junio de 2015

María Antonia de la Macorra




¿Qué boda estaría completa sin la tradicional foto de los recién casados? Ambos posando triunfales e impecables avalando el enlace ante el flash: la novia con sonrisa modesta, vestido blanco, fino y recatado, el velo que llega hasta el suelo en caída libre, el delicado ramo de flores, el rosario y los zapatos también blancos. En contraste, el novio con traje negro y elegante corbata, guantes en mano, flor en la solapa, calzado lustroso y rostro serio, delimitado por los finos anteojos.
Esta descripción podría ser la de cualquier pareja nupcial; sin embargo, detrás de la fotografía de boda de María Antonia de la Macorra y Franz Mayer, tomada en la ciudad de México el 16 de octubre de 1920, se escondía una mirada experta que seguramente tenía plena consciencia sobre la importancia de aquella foto, ya que además de coleccionista, Mayer fue un buen fotógrafo que sabía de antemano que una imagen no representa solamente un instante, sino que también es una prueba contra el tiempo, un desafío materializado. Y la fotografía de un enlace matrimonial en realidad lo es todavía más, porque es una apuesta confiada al futuro, una osadía que lleva implícito el “Y vivieron felices para siempre”, en el más mínimo detalle.
Empero, conocemos a Mayer como el alemán que adoptó a México como su hogar, heredándonos su magnífica colección de arte, ¿pero qué podría existir detrás de la mirada o de la delicada sonrisa de la novia?, ¿quién fue María Antonia de la Macorra?
María Antonia nació en 1896, en la ciudad de Murcia, España, y perteneció a una familia acaudalada de origen español con la que vivió una infancia tranquila. Al crecer, desarrolló una afición por la literatura, en especial por el teatro y la poesía, ya que se interesó en las obras de dramaturgos como José Zorrilla y de poetas como Ramón de Campoamor y Gustavo Adolfo Bécquer. Fue una mujer culta e inteligente que nunca tuvo dificultad para aprender otros idiomas, ya que hablaba y escribía en inglés, alemán y francés con la misma fluidez con la que lo hacía en español, herencia de la idea del virtuosismo femenino del siglo XIX. De igual forma, gustaba de la moda, la cocina y los viajes, por lo que al lado de su esposo tuvo la oportunidad de conocer culturas distintas, admirando lugares y paisajes inusitados. Aunque Mayer comenzó su colección en 1919, alrededor de 1923 ésta aumentó considerablemente en gran medida debido a los viajes e intercambios con María, quien sin duda debió incentivar su gusto por coleccionar.
Al igual que su esposo, María tuvo sus pequeñas colecciones personales en las que predominaba el mobiliario, los objetos decorativos (sobre todo realizado con marfil y cristal) y una joyería altamente valuada en la que sobresalían las alhajas labradas en plata y oro, con incrustaciones de perlas, brillantes, zafiros y rubíes.
Por desgracia, la enfermedad fue otra de las grandes protagonistas en su vida, se contagió gravemente de malaria. A la par, padeció de constantes cuadros de depresión y falta de apetito, por lo que tuvo que estar bajo revisión médica e incluso tuvo que recluirse por largos periodos en sanatorios ubicados tanto en México como en el extranjero. María Antonia murió a los 32 años de edad en Múnich, y un año antes se divorció de Franz Mayer. Quizá la lección de esta historia sea que la apuesta por un futuro en pareja siempre acarreará sorpresas inesperadas; sin embargo, la valentía que conduce la ilusión siempre será eterna; para muestra una imagen, la fotografía de su matrimonio. 

domingo, 7 de junio de 2015

¿Quién es el poeta moderno?

El poeta moderno no es un patriota, como Quintana o Mickiewicz, que sólo lamenta los males de la patria y encamina los pueblos a las revoluciones; ni un soñador, como Lamartine, perdido siempre en el azul; ni un didáctico, como Virgilio o Delille, que pone su talento poético al servicio de artes inferiores; ni un moralista como Milanés entre nosotros, que trata de refrenar en verso los vicios sociales; sino un neurótico sublime, como Baudelaire o Swinburne, mitad católico y mitad pagano; o un nihilista como Leconte de Lisle o Leopardi, que no ve más que la esterilidad de los esfuerzos humanos, ni aspira más que a disolverse en el seno de la nada; o un blasfemo, como Carducci o Richepin, que escupe al cielo sus anatemas; o un desesperado como Alfredo de Vigny, que lanza incesantemente contra la naturaleza gritos de rebelión; o un analista cruel, como Sully-Prudhomme o Paul Bourget, que nos crispa los nervios; o un pintor, como Teodoro de Banville o José María de Heredia, que sólo ve formas y colores; o un músico como Mallarmé, que asocia la harmonía de la idea a la harmonía de las palabras; o un alucinado, como Poe o Villiers de L’Isle-Adam, que nos comunican sensaciones inexperimentadas; o un satiriásico, como Catulle Mendès o Alejandro Parodi, que sólo canta la belleza carnal de las ninfas antiguas o de las hetairas modernas; o un gran subjetivista, como Heine o Bécquer, "que de sus grandes dolores hace canciones pequeñas". 
Creo que se puede ser todavía lo que fueron los primeros escritores que acabo de mencionar, como lo ha sido el más popular de nuestros poetas, pero a condición de que el ropaje de las ideas tenga mucho valor artístico, toda vez que la forma es la única que salva ciertas vulgaridades y la que ha llegado a su grado máximo de perfección en nuestros días. Quien esté identificado con los poetas modernos, si abre el libro de Fornaris, se le caerá de las manos, porque sólo descubrirá allí un enamorado o un patriota que presenta sus ideas, lo mismo que sus sentimientos, bajo una forma que no le llegará a satisfacer. El concepto que ha formado ese lector, tanto del amor como del patriotismo, difiere mucho del que revela el autor de la obra que comienza a leer. Y si no busca un mero pasatiempo en la lectura, sino un eco de sus propios sentimientos o un reflejo de sus propias ideas, cerrará al instante la obra, yendo a refugiarse en una cualquiera de sus autores favoritos. 
Hoy se piensa, en general, que el amor es sólo una sensación de la carne, que debemos procurarnos, o una enfermedad del espíritu, que debemos combatir. El tipo de la mujer, en la literatura moderna, no está menos desfigurado. Se la presenta hermosa, pero pérfida; enamorada, pero voluble; sensible, pero estúpida; adorable, pero funesta. Si se la eleva hasta las nubes, se le arroja de seguida en el arroyo. En vez de alma se le ponen nervios. Unas veces se la adora como a una deidad y se la trata otras como a una bestia. Alfredo de Vigny la ha definido, en su poema “La cólera de Sansón”, tal como se la pinta hoy, diciendo: 
La Femme, enfant malade et douze fois impur.
Tampoco se cree que el patriotismo consista en encender la llama del odio en la muchedumbre y arrastrar los pueblos, por medios artísticos, a los campos de batalla, sino más bien se deduce que estriba en dejar que broten en el suelo de la patria, a la sombra del árbol de la paz, las fuentes de riqueza, necesarias para el engrandecimiento de las bellas artes. La forma de los versos de Fornaris tampoco satisface a los modernistas, los cuales le pedirán un poco más de arte, a cambio de menos espontaneidad. Hasta por los metros que emplea, se conoce que su maestro ha sido Quintana, hueco, vulgarote e insulso rimador de lugares comunes. Encontrarán las estrofas claras y sonoras, pero nada más. Dentro de algunas creerán oír estruendos de cascada y ver reflejos metálicos. Hallarán que el poeta se remonta algunas veces a la altura de las águilas y que otras, pasa rozando el suelo como una golondrina fatigada de volar. Las poesías que el poeta amaba más serán las que menos le agraden, pero también las que le proporcionarán, de cuando en cuando, la sensación de las cosas sencillas, gustada en la infancia y no sentida después.
Si hubiera de representar, por medio de una imagen, la obra entera del poeta bayamés, tal como aparece en el volumen definitivo que dejó a las generaciones del porvenir, diría que la concibo bajo la forma de una casa rústica, mitad de piedra, mitad de madera levantada, en medio de una ciudad sobre dos bases sólidas; el amor y el patriotismo. Dentro de la casa está siempre un poeta anciano, de rostro sonrosado y de cabellos blancos, que sonríe a las doncellas que pasan, adora entrañablemente a sus nietos y los educa para que liberten a la patria de sus cadenas. El bardo, en horas de tristeza, convoca con una flauta de caña silvestre, más bien que con un clarín de bronce, la sombra de los primeros habitantes de su país. Hay días en que se entretiene en cortar las flores de su jardín o en oír el canto de sus pájaros. ¿Morirá el anciano de soledad? Creo que no. Mientras los dos sentimientos que le sirven para inspirar admiración, no se borren por completo del alma humana, habrá mujeres que vayan a consolarlo, adolescentes que entren a oír sus cantos y escépticos que acudan a recalentarse a su lado en ciertos instantes, guareciéndose del frío que reina en la atmósfera y de las sombras que enlutan el firmamento azul.

Fragmento tomado de VIII JOSÉ FORNARIS, contenido en "Bustos y Rimas" de Julián del Casal.

sábado, 23 de mayo de 2015

Análisis comparativo entre Avicena y Dante Alighieri

En primera instancia podemos destacar entre estos dos autores, la peripecia de haberse encontrado en un mismo tiempo y espacio a pesar de la diferencia de siglos existentes entre ellos, aunque que este hecho haya sido meramente una ficción. Dante Alighieri asegura en su obra “La Divina Comedia”, haberse encontrado con Avicena cuando visitó el primer círculo del infierno (limbo) en el Canto IV:
“[...] Y al moralista Séneca; al geómetra Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno y Avicena, y a Averroes que hizo el «Comentario». No puedo detallar de todos ellos, porque así me encadena el largo tema, que dicho y hecho no se corresponden”.
Para Dante, el primer círculo del infierno infiere al paganismo, aquí radican todos aquellos virtuosos que no fueron bautizados y también quienes no aceptaron en vida a Jesucristo pese a no ser pecadores (ya que fueron anteriores a su existencia). Como resultado de esta condición, los habitantes del limbo, no viven bajo el yugo ni el tormento, pero sí están eternamente condenados, ya que al estar apartados del “verdadero” Dios, no tienen oportunidad de reconciliación alguna con Él.
El Limbo comparte muchas características con los Campos de Asfódelos que relataban los griegos, ya que el limbo apela a un lugar neutral, ni bueno ni malo, donde la gente estará eternamente deseando a Dios pero sin poder tenerlo nunca.
Puntualmente, en este primer círculo del infierno, encontramos a los hombres más sabios de la antigüedad, quienes a pesar de su increíble inteligencia y aportación al mundo en sus diferentes materias, no lograron ser merecedores del cielo. La posición teológica de Dante como católico ortodoxo es clave para la comprensión de esta categorización de infiernos. Sin embargo, a la par, encontramos en este autor una notable coordinación entre la fe y la razón, así como una indiscutible influencia Aristotélica y Tomista que lo convierte en escolástico.
Por otra parte, Avicena fue también un ferviente creyente de Dios, aunque bajo la tradición islámica, como lo podemos constatar en este fragmento: “[...] Quiero decir que Dios, ¡ensalzado sea!, es un bien en sí y además la causa de todo bien. Así, el juicio es sobre lo esencial y lo no esencial”. Lo cual me lleva a reflexionar, que seguramente sí Avicena hubiera leído la Divina Comedia, se habría reído sobre el hecho de encontrarse habitando en el primer círculo del infierno, reacción que quizás Dante no hubiera tomado personal. Ya que Avicena también se basó en la razón para sustentar la existencia de Dios.
Avicena profundizó hondamente en la filosofía aristotélica, convirtiéndose así en el gran continuador de este maestro griego; por lo que algunos lo consideran el mejor delos filósofos islámicos del medio oriente, siendo así una influencia definitiva en el nacimiento de la escolástica.
Esto nos lleva a aseverar un pensamiento metafísico por  parte de  estos  dos autores  como pieza fundamental de su eje dialectico, ya que Dios les significa el principio supremo de donde nace la divina ciencia, viendo así al alma como principio animador de todos los seres vivos.
Hasta este punto podríamos considerar bastante similares las posturas filosóficas de estos dos autores, pero es interesante ver la concepción que tenían en torno a la sociedad que les rodeaba y su culturalización.
Por una parte Avicena clamaba que sus textos estaban reservados exclusivamente a un grupo de iniciados. Para este autor, el común de los hombres sólo puede expresarse mediante una ficción imaginativa, mientras que el sabio logra comprender una visión imaginaria especular que consigue explicar racionalmente.
Para él, únicamente los místicos son capaces de elevarse a la contemplación intelectual de las formas, al mismo tiempo que pueden vivir ciertas realidades imaginarias, como en el caso de los sueños y las visiones proféticas. También considera que la “masa” es un grupo de niños según el entendimiento y no se les debe inquietar en su inocente ignorancia.
Por tanto, hay dos destinos humanos:  el de la contemplación de  los sabios  y el de  los premios y castigos futuros de la masa.
En cambio, Dante Alighieri apostaba por una culturalización de las “masas” enfocándose de manera particular en el idioma, ya que decía que éste era necesario para todos, incluso mujeres y niños: “[...] Queriendo dilucidar un poco el conocimiento de aquellos que como ciegos vagan por las plazas confundiendo una cosa con otra, trataremos, con  la  ayuda  del cielo, de beneficiar un poco el idioma vulgar, no sólo llenando tan grande vaso con el agua de nuestro ingenio, sino también aceptando y recibiendo de aquellos que pueden mezclarle cosas mejores para que de ahí podamos extraer el agua miel más dulce”.
Por lo tanto podemos concluir que la diferencia más notoria entre estos dos autores es su manera de considerar al conocimiento como algo asequible o no, al común denominador de las personas.
En lo que respecta a la filosofía aristotélica y a la escolástica, resulta bastante obvio el que Dante se viera de cierta manera influenciado por Avicena.
Finalmente considero que la razón principal por la que Avicena podría encontrarse en el limbo, seria por esta cuestión sectaria del conocimiento que mantenía tan rigurosamente bajo  llave. Aunque  por otro  lado es  altamente  comprensible   tal proceder  dadas  las condiciones de su época, en donde el replanteamiento de ciertas cuestiones supuestamente ya resueltas por autoridades con más jerarquía, eran gravemente penadas y condenadas, por lo que tal vez a su propia manera, Avicena vivió en sí, ciertos infiernos durante su estancia en la tierra.
De esta situación temporal y espacial que marca una diferencia importante entre estos autores, considero que se destaca  a la que apelaba Dante y a la que apelaba Avicena.















Bibliografía:

Alighieri Dante. “Tratado de la lengua vulgar”. Bac. 1994.
Alighieri Dante. “La Divina Comedia”.
Avicena. “Escritos esotéricos”. Técnos. 2011.
Avicena, “Itbat al-Nubuwat”.
Miguel Cruz Hernández, “Estudio preliminar de los tres escritos esotéricos de Avicena”.